Como era de esperar, el Consejo de Gobierno anunció en junio la octava bajada consecutiva de tipos, reduciendo la tasa de depósito al 2 %. Con una inflación contenida en el 2 % y un crecimiento económico en desaceleración, el banco central podría adoptar nuevas medidas de flexibilización monetaria en el futuro. Sin embargo, el tono más restrictivo adoptado por el BCE en sus comunicaciones de junio, junto con la elevada incertidumbre comercial, hacen que una pausa en los recortes esté prácticamente garantizada esta semana.
Dado que las preocupaciones inmediatas giran en torno a las amenazas arancelarias del presidente Trump y su posible impacto en la economía europea, el coste del crédito no es precisamente la máxima prioridad en estos momentos. Suponiendo que ambas partes no logren alcanzar un acuerdo marco antes de que expire el plazo, los aranceles estadounidenses impuestos a la Unión Europea ascenderían al 30 % a partir del 1 de agosto. El problema para los políticos monetarios del BCE es que resulta increíblemente difícil evaluar si se alcanzará un acuerdo y el impacto económico de los aranceles, sobre todo teniendo en cuenta la naturaleza errática de Trump.
Dada esta incertidumbre inusualmente elevada, la presidenta Lagarde, que tiende a dar muy pocas pistas sobre el futuro de la senda monetaria, tiene aún menos motivos para hacerlo en esta ocasión. Es probable que se limite a reiterar, en gran medida, el mensaje que transmitió en junio, cuando afirmó que la política monetaria se encontraba «en una buena posición» y que el ciclo de recortes estaba llegando a su fin. Al mismo tiempo, es poco probable que cierre la puerta a nuevos ajustes de tipos, teniendo en cuenta que la escalada arancelaria podría tener implicaciones desinflacionistas para la zona euro. En el escenario «grave» esbozado por el BCE, que implica un aumento de los aranceles y una mayor incertidumbre comercial, el banco prevé que las presiones inflacionistas se debiliten, especialmente a largo plazo.
Incluso si descontamos la persistente incertidumbre comercial, no somos capaces de extraer argumentos económicos suficientemente convincentes que permitan justificar una nueva bajada de tipos por el BCE esta semana. Esto resulta especialmente cierto si tenemos en cuenta que, en su reunión de junio, los políticos monetarios fijaron el listón muy alto para futuros recortes. Se podría argumentar que la reciente apreciación de la moneda única y el repunte de los precios mundiales del petróleo podrían aumentar la presión sobre el Consejo de Gobierno para que vuelva a bajar los tipos. Dicho esto, creemos que el impacto de estos factores sobre las perspectivas inflacionarias a medio plazo es mínimo e insuficiente para obligar al banco a tomar medidas esta semana.
No esperamos que las comunicaciones del BCE tengan un impacto significativo sobre el euro esta semana, ya que Lagarde probablemente se mantendrá lo más evasiva posible y no se pronunciará sobre las perspectivas futuras para los tipos de interés. Sin embargo, dado que los mercados actualmente se muestran indecisos sobre el momento en el que se producirá el próximo recorte (el mercado descuenta aproximadamente un 45 % de probabilidades de que se producirá en septiembre), podríamos presenciar cierta volatilidad si los comentarios de Lagarde inclinan la balanza en un sentido u otro. Creemos que es probable que el BCE recorte los tipos de interés otra vez más, aunque la bajada podría no llegar hasta finales de año, salvo que se produzca un deterioro significativo en las relaciones comerciales entre la UE y EE.UU. En cualquier caso, las negociaciones comerciales seguirán siendo el centro de atención en las próximas semanas, debido a su posible impacto en las decisiones del BCE.
La decisión sobre los tipos de interés del BCE se anunciará este jueves a las 13:15 BST (14:15 CET), y la rueda de prensa tendrá lugar 30 minutos después.