En 2020, a causa de la pandemia y al prolongado periodo de confinamiento, se registró una caída del consumo individual del 10,1%, hasta los 16.500 euros. Aunque se ha recuperado en 2021 hasta los 17.100 euros, son 1.300 euros menos que en 2019 (un 7,1% inferior) y está un 25% por debajo del máximo alcanzado en 2007.
Por otro lado, el estudio recoge que la reducción del consumo individual debida a la Gran Recesión es mayor en los hogares con más miembros, entre los que se encuentran aquellos con hijos dependientes, y también es mayor cuanto más joven es el hogar. Entre los hogares con hijos dependientes la caída del consumo individual entre 2007 y 2014 fue del 27,6%, pasando de 22.600 euros a 16.400 euros. Aunque en 2019 esta cifra había aumentado hasta los 17.900 euros, seguía siendo la más baja de los tres grupos de hogares considerados: adultos con hijos dependientes, adultos sin hijos dependientes y adultos mayores de 65 años.
Los hogares formados por personas mayores de 65 años, en general jubiladas, partían del nivel de consumo individual más reducido, 17.800 euros en 2007, y prácticamente no se vieron afectados por la recesión. Finalmente, los hogares con adultos sin hijos dependientes, que antes de la crisis gozaban del mayor nivel de consumo individual con 24.800 euros en 2007, sufrieron una caída del 26,7%, pasando a 18.200 euros en 2014, y una recuperación posterior hasta 2019 del 5,3%. Como resultado, si en 2007 la diferencia máxima en el consumo individual entre los tres tipos de hogares mencionados era de 7.100 euros, en 2019 fue de 1.300 euros.
La COVID-19 ha reducido el consumo individual en los tres tipos de hogares, aunque los menos afectados, de nuevo, han sido los hogares con adultos mayores de 65 años.
INCREMENTOS DE LA DESIGUALDAD
El índice de desigualdad sobre el consumo -índice de desigualdad de Jorgenson y Slesnick medido a partir del consumo individual- muestra que, aunque la reducción en el consumo en 2020 debida al confinamiento general de la población provocó una ligera reducción de la desigualdad de 0,6 puntos respecto de 2019, con la recuperación del consumo en 2021 la desigualdad ha vuelto a aumentar, hasta situarse en 28,7, superando el indicador de 2008.
Sin embargo, durante todo el periodo de análisis la evolución de la desigualdad ha sido muy diferente según la estructura del hogar. Los más perjudicados han sido los hogares formados por adultos con hijos dependientes cuya desigualdad en 2021 es 2,4 puntos mayor que en 2007. Esto es debido a que la desigualdad creció durante la recesión 2,9 puntos y la ligera caída de 0,9 puntos producida desde 2014 hasta 2019 ha desaparecido parcialmente con la COVID-19, con un nuevo aumento, que sitúa en 29,2 la desigualdad en este grupo en 2021.
Por el contrario, entre los hogares constituidos por adultos mayores de 65 años (principalmente jubilados), la desigualdad se redujo durante y después de la recesión hasta 2016 (debido a que mantuvieron su poder adquisitivo) y si bien aumentó hasta 2019, con la COVID-19 volvió a caer, de forma que en 2021 el índice fue 2,9 puntos inferior al de 2007. Finalmente, la desigualdad entre los hogares con adultos sin hijos dependientes ha evolucionado de forma paralela a la de la población general.
La evolución de la desigualdad también muestra un patrón muy diferente según el nivel de consumo individual. Entre los individuos más favorecidos -definidos como el 20% con mayor consumo individual- la recesión no supuso tanto una pérdida de empleo como un ajuste en su consumo, lo que resultó en una distribución más homogénea de este, dando lugar a un aumento de la igualdad que se mantuvo con la recuperación económica. En el caso de los sujetos más desfavorecidos -definidos como el 20% con menor consumo individual- se redujo el nivel de consumo y aumentó la desigualdad como resultado del diferente efecto de la recesión sobre el empleo y de los diferentes niveles de ahorro previos.
Así, entre los más desfavorecidos, la desigualdad ha aumentado un 11,8% desde 2007 hasta 2014, aunque con la recuperación económica la desigualdad casi volvió a su valor pre-recesión. Al contrario que para la población general, la COVID-19 ha supuesto tanto para los hogares más favorecidos como para los menos favorecidos un ligero aumento de la desigualdad, mayor entre los hogares más favorecidos. Este efecto ha sido muy coyuntural y en el año 2021 la desigualdad ha vuelto a los valores previos a la COVID-19.
En todo caso, la desigualdad se sitúa por debajo de los niveles de 2007. Para la Fundación BBVA, «sería deseable reflexionar sobre las políticas y medidas necesarias para que en los periodos de recesión económica no sean los hogares más desfavorecidos o con miembros más vulnerables los más afectados».
«Un punto de partida sería evaluar las medidas de protección social llevadas a cabo durante la Gran Recesión, y también la COVID-19, para identificar si su alcance, volumen y agilidad en la tramitación fue suficiente. Solo así será posible diseñar medidas eficaces ante la próxima recesión económica. Además, también urge actuar para que en periodos de crecimiento no se deje atrás a una parte importante de la población», añaden.