En próximos trimestres, las previsiones de crecimiento e inflación apuntan a un dólar algo más débil, aunque persisten factores que podrían sostenerlo: la resiliencia económica de EE. UU., unos tipos reales más altos en EE. UU. (tras moderarse las expectativas de inflación) y una importante recuperación de su papel como activo refugio.
En 2025, el dólar ha tenido dos fases. En el primer semestre cayó un 13% frente al euro, afectado por los aranceles de abril y su impacto en: (i) expectativas de menor crecimiento en EE. UU.; (ii) descenso de los tipos reales, tras caer los tipos nominales a corto plazo y repuntar las expectativas de inflación; y (iii) aumento de la prima de riesgo, por las dudas sobre la disposición de la Administración Trump de acometer políticas en detrimento de la centralidad del dólar en el sistema financiero internacional.El dólar frenó su depreciación en verano y ha recuperado parte del terreno, apreciándose un 1,5% frente al euro desde los mínimos de septiembre, gracias a la resiliencia del crecimiento de EE. UU. y unos mayores tipos reales a c/p (pese a la caída de los tipos nominales estas semanas, las expectativas de inflación retrocedieron más intensamente).Diversos vientos de cola podrían prolongar esta tendencia apreciadora: la resiliencia económica podría continuar (la reapertura del Gobierno podría impulsar
La Fed ha retomado los recortes y el mercado descuenta tres bajadas adicionales hasta diciembre de 2026, mientras que el BCE parece haber alcanzado su tipo terminal y se mantiene expectante ante unas incipientes señales de mejoría cíclica (PIB 2026: EE. UU. 1,8%, eurozona 1,3%), lo que daría cierto apoyo al euro.
En precios, las expectativas de inflación han corregido con fuerza tras el shock arancelario: a la baja en EE. UU. y al alza en la eurozona, en un ajuste que parece haberse ya agotado (inflación esperada a dos años: EE. UU. 2,5%, eurozona 1,8%) , lo que también debería favorecer al euro.

