El empleo pierde impulso. Según los datos de la Encuesta de Población Activa del INE, entre octubre y diciembre, la ocupación disminuyó un 0,4% respecto al trimestre anterior. Por su parte, el número de desempleados aumentó en 43.800 personas.
Durante el cuarto trimestre de 2022, el total de ocupados disminuyó en 81.900 personas y se situó en 20.463.900, un nivel de empleo similar al que se registraba en 2008. En términos desestacionalizados, la cifra de ocupados se mantuvo prácticamente plana: la variación trimestral fue de -0,01%.
La cifra de desempleados alcanzó los 3.024.000 en el cuarto trimestre, situándose la tasa de paro en 12,9%. El cierre del año ha supuesto un alivio para los agentes económicos y la constatación de la fuerza que tiene el mercado laboral. Los dos principales vectores de la economía, el crecimiento del empleo y el de la producción, alejan la sombra, de momento, de una recesión técnica y del estancamiento de la actividad.
Riesgos y desigualdades
Sin embargo, todavía hay riesgos a la vista. La reducción de la inflación podría aliviar la tensión de la economía en los próximos meses, no obstante, el índice de precios al consumo (IPC) subyacente, que excluye la energía y los alimentos, ya ha superado al IPC general. Por otro lado, los alimentos siguen anotando incrementos de sus precios mes a mes. En paralelo, la negociación colectiva ha conseguido, en términos generales, incrementos salariales, aunque estos han sido inferiores a la inflación media de 2022, que el INE estimó en el 8,4%, lo que ha supuesto una merma del poder adquisitivo de las familias.
Esta difícil situación puede afectar al mercado de trabajo y fomentar la destrucción del empleo con la reducción del consumo y la ralentización económica debido a los altos precios.
Los altos precios de los bienes básicos como los alimentos, unidos a la contención salarial, afectan en mayor medida a las clases sociales más vulnerables, particularmente a aquellos grupos históricamente discriminados. De todos ellos, el mercado de trabajo cuenta con una desigualdad que no ha conseguido cerrar en los últimos años a pesar de los esfuerzos: la brecha de género. Al cierre de 2022, la tasa de paro de las mujeres es 3,3 puntos porcentuales superior a la de los hombres: 14,6% frente al 11,3%.
Este análisis de segmentos vulnerables también tiene un dato de interés en los hogares con todos sus miembros en situación de desempleo: en el último trimestre del año la cifra volvió a superar el millón de hogares —en concreto son 1.047.500—, después de incrementarse un 7,1% entre octubre y diciembre. Finalmente, y aunque la evolución de la tasa de paro durante los dos últimos años ha sido positiva, no se puede pasar por alto que la diferencia con respecto a los socios europeos sigue siendo muy amplia. Los datos desestacionalizados de desempleo de Eurostat correspondientes al mes de noviembre de 2022 (los últimos disponibles) sitúan a España, con una tasa del 12,4% a la cola de la UE. Solo Grecia (con un 11,4%) tiene unos niveles igual de altos. La media de la eurozona se sitúa en el 6,5% y los grandes países europeos están, en general, cerca de ese porcentaje.
En conclusión, la evolución del empleo en España durante 2022 ha sido positiva en un escenario de incertidumbre económica y riesgos inflacionistas. Pero no se puede obviar que el problema estructural de unas tasas de desempleo significativamente más altas que las de nuestro entorno no está resuelto, que la brecha de género sigue siendo un reto pendiente y que hay hogares vulnerables cuyo acceso al mercado de trabajo es ocasional y marcado por la precariedad. Seguir trabajando en la formación y capacitación de las personas y en la consolidación de puestos más estables y mejor remunerados es clave para avanzar hacia un mercado laboral más sólido e inclusivo.