El informe anual sobre la evolución de las cuentas autonómicas que Fedea publica hoy sugiere que los datos brutos de déficit de los últimos años son bastante engañosos. Los excelentes datos de déficit autonómico de 2020 y 2021 se debieron fundamentalmente a un aumento de las transferencias extraordinarias del Estado por encima de lo que habría sido necesario para cubrir los gastos generados directamente por la pandemia. La desaparición de estas transferencias, junto con la peculiar mecánica del Sistema de Financiación Autonómica (SFA), con entregas a cuenta calculadas ex ante y liquidaciones practicadas con un retardo de dos años, ayudan a explicar el fuerte repunte del déficit durante los últimos dos ejercicios pese a la recuperación económica. Finalmente, los resultados de 2024 han sido buenos, pero no tanto como sugieren los datos brutos, y se deben fundamentalmente al rápido aumento de los ingresos en un ejercicio de robusto crecimiento del PIB y a una liquidación del SFA muy favorable, que corrige a posteriori las bajas entregas a cuenta de 2022.
Tras repasar la evolución de los ingresos, gastos y déficits autonómicos desde 2003, en el informe se construyen (desde 2014 en adelante) sendas de ingresos, gastos y déficits autonómicos depurados de atípicos, entre los que se incluyen los flujos financieros extraordinarios relacionados con la crisis del Covid y los posibles errores de previsión en el cálculo de las entregas a cuenta. El Gráfico 2 de la página siguiente compara estos flujos depurados con los ingresos y gastos brutos y el Gráfico 1 compara la senda observada de déficit con la del “déficit subyacente” que se obtiene tras eliminar los atípicos.
Tras coincidir aproximadamente en 2019, las dos sendas de déficit divergen abruptamente en 2020 y se cruzan después para volver a juntarse en 2024 muy cerca del equilibrio presupuestario. Mientras que el déficit observado se reduce entre 2019 y 2021 hasta casi desaparecer y repunta con fuerza en 2022 y 2023, el desequilibrio entre ingresos y gastos depurados repunta en 2020 y luego se modera gradualmente. En 2022 y 2023, el déficit depurado se sitúa en torno a los dos tercios de punto de PIB, claramente por debajo del observado, pero a un nivel todavía elevado y muy superior a los objetivos de déficit establecidos para las CCAA. En 2024, ambos indicadores de déficit mejoran sustancialmente, pero la reducción del déficit subyacente (0,47 puntos de PIB) es un 40% inferior a la del déficit observado. En este último ejercicio, el déficit depurado se sitúa en torno a dos décimas de punto, una décima por encima del observado, que coincide aproximadamente con el objetivo de estabilidad.
Mirando el Gráfico, llama la atención la resistencia a la baja en años recientes de los gastos e ingresos subyacentes, que no parecen querer volver a sus niveles prepandemia a pesar de la rápida recuperación del PIB.
El gasto subyacente (excluidos los gastos extraordinarios atribuibles directamente a la pandemia) aumentó en 1,55 puntos de PIB entre 2019 y 2020 (fundamentalmente por la caída del PIB), pero desde entonces sólo se ha eliminado la mitad de este incremento pese a la recuperación de la pandemia y el rápido crecimiento subsiguiente. Por su parte, los ingresos subyacentes aumentaron en 0,84 puntos de PIB en 2020 y este incremento no sólo no se ha revertido en absoluto, sino que ha seguido creciendo tras el fin de la pandemia, hasta cerrar el período con una ganancia neta de 1,17 puntos entre 2019 y 2024. El déficit de 2024 no es muy distinto del de 2018, pero se produce con niveles más elevados tanto de ingreso como de gasto.