De acuerdo con los datos del El estudio Modelos de bancarización de la población con menos ingresos, elaborado por Funcas en colaboración con la consultora VML-The Cocktail la población con menos ingresos presenta ciertas particularidades sociodemográficas concretas, como una mayor representación de jóvenes, mayor proporción de población extranjera, así como individuos con niveles educativos más bajos.
Estas características influyen en su relación con el sistema financiero, lo que puede limitar su conocimiento sobre productos y servicios disponibles y aumentar su potencial vulnerabilidad económica. El 94% de las personas que integran este segmento de la población está bancarizado, pero con acceso limitado a productos financieros. Trabajan principalmente con una única entidad y contratan solo productos básicos como tarjetas de débito, cuentas o seguros. Los depósitos y planes de pensiones presentan tasas de contratación muy bajas.
• El 94% de las las personas con menos ingresos en España están bancarizadas, pero contratan solo productos básicos y tienen menos conocimientos financieros
• Solo un 11% alcanza competencias financieras elevadas, mientras que un 37% se sitúa en niveles muy bajos, lo que muchas veces conduce a la autoexclusión
• Para este segmento de población es importante no solo mejorar su nivel de educación financiera sino asegurar una consciencia de las limitaciones del mismo, porque presentan mayor predisposición al riesgo
• El 35% de los extranjeros sin nacionalidad española continúa siendo cliente de alguna entidad bancaria fuera de España
Además, el 43% de personas con menos ingresos ha experimentado la denegación de algún producto financiero por parte de las entidades, lo que dificulta su acceso al crédito, limita sus posibilidades de mejorar su situación económica y refuerza el sentimiento de exclusión. Este sentimiento también afecta negativamente a su satisfacción y confianza en el sistema.
No obstante, el director de Estudios Financieros de Funcas, Rodríguez, ha explicado que “la verdadera barrera no es que los bancos cierren la puerta (de hecho, no es así), sino que muchas personas con menos ingresos sienten que no tienen las herramientas para cruzarla: la autoexclusión pesa más que la exclusión.”
Su conocimiento real de productos financieros es limitado: solo un 11% alcanza una competencia elevada, mientras que un 37% se sitúa en niveles muy bajos. Esto subraya la necesidad de implementar programas de educación financiera adaptados a sus necesidades. A pesar de ello, tienden a identificarse con un perfil “atrevido”, con mayor disposición a asumir riesgos, pero sin la preparación suficiente, lo que aumenta su vulnerabilidad. Para este segmento de población es importante no solo mejorar su nivel de educación financiera sino asegurar una consciencia de las limitaciones del mismo, porque presentan mayor predisposición al riesgo.
Un porcentaje importante, el 44%, detecta alguna barrera para acceder al sistema financiero. Los elevados costes y comisiones de algunos servicios financieros son la principal barrera -el 31% así lo declara-. Este segmento reclama productos financieros más accesibles, como cuentas sin comisiones (47%) y productos de ahorro con mayor flexibilidad (39%).
En este contexto, la población extranjera enfrenta aún más dificultades: tasas más altas de no bancarización, mayor dependencia de redes informales para cubrir necesidades financieras, como familiares, amigos o prestamistas particulares, y preferencia por el ahorro en efectivo. El 35% de los extranjeros sin nacionalidad española continúa siendo cliente de alguna entidad bancaria fuera de España, lo que refleja la importancia de los vínculos financieros transnacionales para este grupo. Todo ello pone de manifiesto su vulnerabilidad financiera y la necesidad de diseñar soluciones inclusivas que atiendan sus necesidades específicas.
Las principales necesidades de financiación de la población con menos ingresos se centran en gastos del día a día e imprevistos. Los extranjeros, en particular, destacan por mencionar el pago de deudas como una prioridad, lo que refleja una mayor presión financiera. Su limitada capacidad de ahorro y acceso restringido a canales formales agravan esta situación, les obliga a depender de alternativas menos favorables y consolida su vulnerabilidad financiera.
