La inflación subyacente se redujo cuatro décimas porcentuales hasta el 2,9%. El núcleo inflacionista, que excluye todos los alimentos y los productos energéticos, también descendió hasta el 2,6%.
El resultado en la tasa general ha sido una décima superior a lo esperado, debido a la desviación en los elementos más volátiles. Por el contrario, la tasa subyacente se ha movido en la dirección prevista –a la baja–, aunque en una magnitud mayor de lo previsto, debido a la moderación en los servicios.
La tasa en los alimentos elaborados descendió hasta el 4,4%, a pesar de que los precios crecieron un 0,4% en el mes. Los bienes industriales no energéticos también redujeron su inflación hasta el 0,7%, tasa que se encuentra muy cercana a los registros habituales antes del inicio de la etapa inflacionista actual, es decir, las presiones inflacionistas en este grupo parecen haber remitido casi completamente. En el caso de los servicios, la tasa interanual de abril experimentó una bajada de cinco décimas hasta el 3,4%, gracias fundamentalmente a la reducción de la misma en los grupos que más influyeron en su ascenso en los meses anteriores: paquetes turísticos y hostelería. Esto podría ser una indicación de que la intensificación de las presiones inflacionistas en este grupo observado en febrero y marzo pudo ser transitorio, debido quizás a un adelanto en las subidas estacionales de estos componentes.
En cualquier caso, se sigue esperando que el ritmo de descenso de la inflación en este grupo sea relativamente lento. En cuanto a los componentes más volátiles, los alimentos no elaborados registraron un fuerte ascenso de precios, lo que elevó su tasa de inflación desde el 3,1% hasta el 5%. Dicha subida se concentró fundamentalmente en las frutas y en las legumbres y hortalizas. Por su parte, la inflación en los productos energéticos aumentó en 3,4 puntos porcentuales hasta el 5%, debido, sobre todo, al encarecimiento del gas derivado de la normalización del IVA. También aumentó la inflación en los combustibles, aunque en menor medida.
En suma, el incremento de la tasa general de inflación en abril se debió, en gran medida, a la normalización del IVA energético y a presiones inflacionistas en los alimentos que podrían ser en parte coyunturales. Por el lado positivo, destaca el retorno de la inflación en los bienes industriales no energéticos a tasas cercanas ya a las habituales y una leve moderación en los servicios. En cualquier caso, estos últimos, junto a los alimentos, siguen siendo los que ofrecen más resistencia.
El precio del petróleo subió en abril hasta por encima de los 90 dólares, aunque en las últimas semanas ha regresado hasta el entorno de los 85 dólares, de modo que se mantiene la hipótesis del escenario central. Las previsiones apenas sufren modificaciones. Se espera una tasa media anual de inflación del 3,2% este año y del 2,3% en 2025, sin cambios con respecto a las previsiones anteriores. La subyacente se moverá el resto del año en torno al nivel actual, y solo iniciará una trayectoria claramente descendente a partir del inicio de 2025. Las tasas medias anuales serán del 3,1% y del 2,3% en 2024 y 2025, respectivamente –una décima menos que las anteriores previsiones, en ambos años–.
En un escenario alternativo en el que el petróleo se encarece hasta los 105 dólares, la tasa general sería del 3,6% este año y del 3,2% el año próximo. Finalmente, en un escenario en el que el crudo se abaratase hasta los 75 dólares, las tasas serían respectivamente del 3% y el 1,6%.