Un año con un diagnóstico cada vez más claro, pero en el que las decisiones con impacto real en la competitividad siguen llegando con cuentagotas. Si algo ha quedado patente a lo largo de este año es que el coste de la energía ha vuelto al centro del debate europeo. El Informe Draghi, el Clean Industrial Deal, el Action Plan for Affordable Energy o el Competitiveness Compass han puesto palabras a una realidad que la industria lleva tiempo denunciando: sin energía competitiva no hay industria, y sin industria no hay transición energética ni autonomía estratégica.
El mensaje es el correcto. El problema es el ritmo.
En 2025, los precios del gas han mostrado episodios de relativa estabilidad. La brecha con nuestros principales competidores —Estados Unidos/Asia, pero también con otros países europeos— sigue siendo relevante y persistente. Y lo más preocupante es que la pérdida de demanda industrial no se ha revertido: no hablamos de eficiencia ni de electrificación, sino de producción que desaparece porque deja de ser viable.
A lo largo del año hemos insistido en una idea clave: el consumo de gas industrial es un termómetro de la salud económica. Y ese termómetro sigue marcando fiebre. Una parte relevante de la demanda gasintensiva se ha perdido y no ha vuelto.
También ha sido un año de aniversarios y de balance interno. GasINDUSTRIAL ha cumplido diez años defendiendo con fuerza una idea sencilla: sin un gas competitivo no hay industria. Hoy, ese mismo principio se traslada a la transición energética: sin competitividad, no habrá ni industria ni descarbonización. Diez años después, el mensaje no ha cambiado; el contexto lo ha hecho más urgente.
Mirando a 2026, el reto es evidente: pasar del diagnóstico a la acción. Europa ha empezado a reconocer que la competitividad importa; ahora les toca a los Estados miembros traducir ese reconocimiento en medidas concretas. Otros países ya lo están haciendo: estatutos de consumidores gasintensivos, exenciones de costes, marcos estables para contratos a largo plazo, incentivos reales —no obligaciones— para la descarbonización.
España no puede permitirse ir por detrás. El nuevo periodo regulatorio gasista, la trasposición del paquete europeo de gas, el desarrollo del biometano y del hidrógeno o el diseño de los mecanismos de apoyo industrial serán decisiones determinantes. Y todas ellas deberían responder a una premisa básica: no incrementar la carga económica sobre los consumidores industriales. Cada euro adicional de retribución se traduce en más peajes y menos competitividad para la industria española.
Desde GasINDUSTRIAL afrontamos 2026 con una hoja de ruta clara: defender un gas competitivo, peajes justos, una transición ordenada y un Estatuto del Consumidor Gasintensivo que reconozca la especificidad de nuestro consumo energético. No pedimos privilegios; pedimos coherencia, previsibilidad y marcos que permitan invertir y producir en España.
Cerramos 2025 con una convicción firme: la industria quiere y puede descarbonizarse, pero necesita hacerlo sin perder competitividad. El tiempo de los diagnósticos está prácticamente agotado. El próximo año debe ser el de las decisiones que se noten en el €/MWh. Ese será nuestro compromiso en 2026. Y seguiremos recordándolo, mes a mes, mientras sea necesario.
