En paralelo a su venta, el Departamento de Protección Financiera e Innovación de California (FDIC) ha embargado la entidad, lo que la convierte en el tercer banco estadounidense que quiebra este año, después de Silicon Valley Bank y Signature Bank. El acuerdo de compra, por el que el gigante pagará 10.600 millones de dólares, incluye los depósitos no asegurados y prácticamente todos los activos. Al 13 de abril de este año, First Republic tenía activos valorados en 229.100 millones de dólares y depósitos por aproximadamente 103.900 millones.
JPMorgan fue, junto a PNC Financial Servicies y Bank of America, una de las entidades que pujaron en la subasta realizada el fin de semana por los reguladores estadounidenses. Finalmente, la propuesta que se ha aceptado es por la adquisición total de los depósitos y 173.000 millones en préstamos. No asume la deuda corporativa o las acciones preferentes. Como parte del acuerdo, la FDIC también proporciona 50.000 millones de financiamiento en un plazo de cinco años y se compartirán las pérdidas de los préstamos unifamiliares, residenciales y comerciales. El acuerdo significa que todos los depositantes de First Republic, incluidos los que superan el límite de seguro de 250.000 dólares, conservarán el acceso a su dinero cuando las 84 sucursales del banco en quiebra vuelvan a abrir como sucursales de Chase, a partir del lunes por la mañana. Además, se reembolsarán los 30.000 millones que este y otros 10 bancos inyectaron de manera infructífera en First Republic a mediados de marzo en un intento por evitar una nueva sacudida en el sistema.
“El Gobierno nos ha pedido dar un paso al frente y lo hemos hecho”, ha dicho Dimon, director ejecutivo de la entidad. “Nuestra solidez financiera, nuestras capacidades y nuestro modelo comercial nos ha permitido hacer una oferta para ejecutar la transacción de forma que se minimicen los costos para el fondo de seguro de depósitos”. El principal banco de Wall Street estima que incurrirá en 2.000 millones de dólares en costes de reestructuración relacionados con la transacción durante los próximos 18 meses y esperan una ganancia extraordinaria de 2.600 millones después de impuestos. En añadido, se espera que la operación genere más de 500 millones de beneficios netos cada año.
Tras dar a conocer la intervención, McKernan, miembro de la junta de la FDIC, ha precisado que “las quiebras bancarias son inevitables en un sistema financiero dinámico e innovador”, aunque precisó que se deberían “planificar esas quiebras centrándose en fuertes requisitos de capital y un marco de resolución efectivo” a fin de “terminar con la cultura del rescate del país que privatiza las ganancias mientras socializa las pérdidas”. El departamento estima que el costo para el Fondo de Seguro de Depósitos será de aproximadamente 13.000 millones, aunque la cifra final se determinará cuando la FDIC finalice la sindicatura.
El banco regional, con sede en San Francisco, lleva acumulado un desplome en Bolsa del 97% desde el estallido de la tormenta financiera en marzo. El grueso de los recortes (75%) se produjo la semana pasada tras reconocer que en los tres primeros meses del año sus clientes habían retirado depósitos por 102.000 millones de dólares. La capitalización de la entidad ha pasado de los 27.000 millones registrados antes de la caída de Silicon Valley Bank (SVB) a situarse por debajo de 1.000 millones con sus acciones en los 3,51 dólares a cierre del viernes, mínimo histórico. Este lunes, sus acciones habían caído más de 40% en la preapertura, aunque ahora ya están suspendidas de manera definitiva de cotización. En cambio, las acciones de su comprador suben casi un 3%.
La adquisición fortalece aún más la posición de JPMorgan, que ya era el banco más grande de Estados Unidos. Un efecto que, de acuerdo con los analistas, el gobierno de Estados Unidos había querido evitar en el pasado. En una situación normal, el gigante no podría adquirir otro prestamista porque controla más del 10% de los depósitos estadounidenses. Pero los reguladores del país pueden omitir el tope en caso de ser necesario, como en esta intervención de emergencia. El acuerdo ha contado además con el visto bueno del Departamento del Tesoro, que ha asegurado que “el sistema bancario sigue siendo sólido y resistente, y los estadounidenses deberían sentirse confiados en la seguridad de sus depósitos y en la capacidad del sistema bancario para cumplir con su función esencial de otorgar crédito a empresas y familias”.
La subida de tipos de interés ha provocado pérdidas latentes en la cartera de deuda de la banca de EE UU por más de 600.000 millones de dólares, lo que ha puesto en aprietos a la banca regional de ese país. En paralelo, este tipo de entidades están menos supervisadas que los grandes, como JPMorgan, por lo que tienen mayor riesgo de tener problemas financieros y una gestión deficiente. Cuando la confianza en la banca se resquebraja, los depositantes sacan su dinero, los accionistas venden y los inversores piden más dinero por prestar dinero a las propias entidades, decisiones que debilitan la situación de las entidades y, por tanto, aceleran la propia desconfianza. Esto es lo que ha ocurrido con Silicon Valley Bank, Signature Bank o First Republic, que se vieron señalados por el mercado desde el primer momento.
Además de la salida masiva de depósitos, las pérdidas de First Republic vienen del lado de su cartera de préstamos hipotecarios, que ha perdido valor a medida que aumentan las tasas de interés. El banco ha admitido que su valor de mercado era 27.000 millones de dólares inferior a su valor en libros. Finalmente, su rescate lo convierte en la segunda quiebra bancaria más grande en la historia de Estados Unidos, después de Washington Mutual en 2008, que también fue adquirido por JPMorgan.