Los seis principales bancos que cotizan en el Ibex 35 (Banco Santander, BBVA, CaixaBank, Banco Sabadell, Bankinter y Unicaja Banco) ya han perdido más de 16.700 millones de valor en bolsa en apenas dos días.
Uno de los más afectados por esta caída es Banco Santander. El segundo peso pesado del Ibex 35 solo por detrás de Iberdrola, con una ponderación en el índice del 12,5%, se ha dejado desde el pasado jueves más de 7.000 millones de euros. Su capitalización (56.168 millones) vuelve a niveles de principios de febrero después de ceder un 7,3%. Para encontrar un desplome similar hay que remontarse a junio del ejercicio pasado.
Le siguen BBVA, que también se deja más de 4.727 millones en bolsa, después de desplomarse un 7,6% y CaixaBank, que pierde los 30.000 millones de capitalización tras acusar una caída del 5,3%. Banco Sabadell recorta más de 1.100 millones de valoración tras convertirse en el farolillo rojo de la sesión (-10,7%), mientras Bankinter (-7,6%) ya vale 700 millones menos y la valoración de Unicaja Banco (-6,9%) cae por debajo de los 3.000 millones.
Esta situación destapa las vulnerabilidades de la bolsa española, en el que el peso de la banca, con una representación de alrededor de un tercio, se convierte en un arma de doble filo. Desde el arranque de año el Ibex 35 se había posicionado junto al FTSE MIB italiano entre las plazas del Viejo Continente como punta de lanza con una revalorización acumulada que rozaba el 15% el pasado jueves. Al cierre de los mercados europeos este lunes, el avance en el cómputo anual llega al 9%, después de sufrir un desplome superior al 3%.
El retroceso se ha acentuado a raíz de los acontecimientos que llegan desde el otro lado del Atlántico. El plan de los reguladores estadounidenses para evitar un Lehman Brothers 2.0 deja fuera a los accionistas y bonistas de Silicon Valley Bank (SVB) y destapa algunas de las debilidades que afronta la banca minorista en EEUU, sobre todo aquellas en las que el sector tecnológico ocupa un lugar relevante en su cuota de mercado. El encarecimiento de la financiación ha desembocado en un freno de la captación de capital riesgo, empujando a la retirada de depósitos, al tiempo que el balance patrimonial de estos bancos se deterioraba a medida que han repuntado los intereses de los bonos (funcionan de forma inversa a su precio).