Otras tecnologías como los biocombustibles, la captura y almacenamiento de carbono, el hidrógeno y la nuclear también desempeñarán un papel importante. No obstante, desde la compañía norteamericana señalan que, «incluso con este aumento sin precedentes de las opciones de bajas emisiones», todavía el petróleo y el gas natural cubrirán más de la mitad (54%) de las necesidades energéticas de todo el mundo en 2050. «El mundo necesitará ampliar drásticamente las soluciones de bajas emisiones -más allá de la trayectoria actual- que preserven las ventajas del sistema energético actual y al mismo tiempo reduzcan las emisiones de manera significativa y eficiente. Hacerlo requerirá de apoyo político de los gobiernos, de avances tecnológicos para reducir costes y, en última instancia, de soluciones impulsadas por el mercado para incentivar la reducción de emisiones», subraya el documento.
En opinión de ExxonMobil, el punto de partida para cualquier evaluación de las necesidades globales de demanda energética y productos en 2050 debe ser saber cuántas personas habrá en el planeta. Pone de ejemplo a China. Según el análisis, cuando el PIB per cápita del país asiático rondaba los 2.000 dólares, el uso de energía se situaba «en lo más profundo del reino de la pobreza energética». Sin embargo, en 2020, cuando el PIB per cápita superó los 11.000 dólares, aumentó «muy por encima del promedio mundial».
Por el contario, en África el uso de la energía se ha mantenido en niveles bajos (27 MMBtu) durante las últimas dos décadass y su PIB per cápita solo ha aumentado en unos 500 dólares. «Las zonas que siguen sumidas en la pobreza energética luchan por elevar el nivel de vida de su población», indica el documento. Las proyecciones de la compañía norteamericana auguran un crecimiento de la población mundial de 2.000 millones de personas para 2050. ExxonMobil se pregunta cuánta energía debe producir el mundo para satisfacer las necesidades de 2.000 millones de personas más y de una economía global que ha duplicado su tamaño. Y tiene respuesta: un 15% más. De este modo, estima que la energía solar y eólica «se multiplique con creces», pasando de una cobertura del 2% al 11%. Por el contrario, el carbón será cada vez más desplazado por fuentes con menos emisiones, pero no solo renovables, sino también por el gas natural, «que tiene aproximadamente la mitad de intensidad de carbono que el carbón». En general, prevé que el uso de la electricidad aumente en un 80% para 2050.
En cuanto al petróleo y al gas natural destaca que su utilidad sigue siendo «incomparable» porque son «ricos en energía, portátiles, disponibles y asequibles, y sirven como materia prima esencial para muchos productos que utilizamos hoy en día». «Dado que se prevé que el petróleo y el gas natural sigan siendo un componente crítico de un sistema energético global hasta 2050, las inversiones sostenidas son esenciales para compensar el agotamiento, ya que la producción disminuye entre un 5% y un 7% por año», añade la empresa.
ExxonMobil destaca que el uso del petróleo en el transporte persona disminuirá «significativamente», mientras que seguirá siendo «esencial» para los procesos industriales y el transporte marítimo, por carretera de larga distancia y la aviación. Asegura así que aunque para 2035 cada automóvil nuevo vendido fuera eléctrico, la demanda de petróleo para 2050 seguiría en los 85 millones de barriles por día, «la misma que alrededor de 2010». Para el gas calcula un aumento del uso de más de un 20%, «dada su utilidad como fuente de combustible confiable y bajas emisiones para la generación de electricidad, la producción de hidrógeno y la calefacción (tanto para industria como para edificios)».
En diciembre de 2019, los dirigentes de la UE, reunidos en el seno del Consejo Europeo, acordaron que la UE debe lograr la neutralidad climática para 2050. Ser climáticamente neutros significa que, de aquí a que llegue la fecha, los Estados miembro tendrán que reducir drásticamente sus emisiones de gases de efecto invernadero y encontrar formas de compensar las emisiones restantes e inevitables para alcanzar un equilibrio de cero emisiones netas. Como etapa intermedia hacia el objetivo, los países deberán recortar sus emisiones en 55% para 2030 frente a los niveles de 1990.