Todo `parece indicar que el escenario de referencia será que en 2025 Estados Unidos aplique aranceles entre el 10% y el 25% sobre diversos productos europeos que, a diferencia del primer mandato de Donald Trump, serán contestados de forma rápida y contundente por los líderes europeos con la esperanza de obligar a Estados Unidos a negociar.
Aunque la política comercial de la nueva Administración norteamericana es errática, en el marco de anuncios que se posponen o aplican solo parcialmente, la mera incertidumbre está retrasando ya la toma de decisiones empresariales. “En un entorno incierto, las empresas pueden mostrarse reacias a invertir si existe el riesgo de una menor demanda en el futuro, o pueden retrasar el gasto de capital con grandes costes iniciales hasta que la incertidumbre disminuya”, explica el economista de la aseguradora de crédito Theo Smid.
La aseguradora de crédito ha recortado en tres décimas sus previsiones de crecimiento para la Unión Europea debido a la previsible escalada de la guerra comercial: 0,9% en 2025 y 1,2% en 2026. “Las economías más abiertas y las más expuestas a los flujos comerciales de Estados Unidos serán las más afectadas. Entre los grandes países de la Unión Europea, esperamos que los aranceles y la incertidumbre relacionada pesen más en Alemania”, añade Theo Smid. El impacto será también significativo en países de Europa Central y del Este como Eslovaquia, Hungría, República Checa o Polonia.
Toda la actividad económica, incluidos los servicios, se verá afectada por los efectos de los aranceles, pero el impacto será mayor en la industria manufacturera, y en especial los sectores farmacéutico y automovilístico. El sector farmacéutico de la Unión Europea exporta a Estados Unidos el 15% de su producción, cifras que se disparan en Irlanda (40%) o Dinamarca (30%). “El sector farmacéutico de Dinamarca podría sufrir si el presidente Trump impone aranceles a productos daneses específicos para presionar a Dinamarca a ceder el control de Groenlandia”, explica el responsable de Grandes Riesgos y especialista en sector farmacéutico para Europa, Rubén del Río. Irlanda está en una posición aún peor: los productos farmacéuticos constituyen una parte importante de su superávit comercial y la nueva Administración norteamericana amenaza con utilizar los aranceles para forzar la relocalización de su fabricación.
Estados Unidos es también el principal destino de la automoción europea: acapara el 20% de las exportaciones, lo que deja a la industria en situación de vulnerabilidad ante la amenaza arancelaria. El sector podría caer por encima del 5 % en 2025 en Alemania o Italia. En España o Francia, menos dependientes de las ventas a Estados Unidos, el descenso se situará en el entorno del 2 %. “La combinación de una menor demanda de exportaciones, mayores costes de los insumos y márgenes de beneficio cada vez más reducidos perjudicaría gravemente la competitividad de la industria automotriz alemana y de Europa Central y del Este, que ya están bajo presión debido a un rendimiento empresarial moderado y un mayor riesgo de crédito”, explica el director de riesgos en Alemania, Jens Stobbe. “Las diferencias en la demanda del mercado y las preferencias de los consumidores, las barreras logísticas, las regulaciones y la creciente competencia de países como China y Corea del Sur hacen que sea poco probable que las ventas perdidas en Estados Unidos puedan compensarse por completo a corto plazo”, añade.
Aún es factible que los Estados Unidos y la Unión Europea negocien una salida a una guerra comercial a gran escala en la que no habrá ganadores, pero las últimas señales no son buenas. Los primeros aranceles estadounidenses han sido contestados con un paquete de represalias que asciende casi a dólar por dólar. Nada es seguro en esta nueva realidad económica, pero alejarse del abismo requerirá un nivel de compromiso que ni la nueva Administración norteamericana ni la Unión Europea parecen dispuestas a aceptar en este momento.