De hecho, debido al encarecimiento de las materias primas y la fuerte subida de los precios energéticos, el índice llego a situarse entre septiembre de 2022 y febrero de este año por encima del 20%. El récord se alcanzó el pasado mes de octubre, cuando los precios de la industria alimentaria llegaron a subir un 21,2%.
Según explican en el sector, la bajada de los precios industriales no quiere decir, sin embargo, que vaya a haber una reducción inmediata en el precio de los alimentos, aunque si la tendencia se consolida, sí que podría producirse una estabilización. De hecho, tras el freno que habían experimentado los últimos cuatro meses los precios de los alimentos volvieron a repuntar un 10,8% en julio, según el Índice de Precios al Consumo (IPC).
En este sentido, tanto la patronal de fabricantes y distribuidores (Aecoc) como la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (Fiab) han descartado ya en varias ocasiones que vaya a haber un descenso este año de los precios, insistiendo en que habrá que esperar a 2024 para que se produzca una estabilización.
Y todo dependerá además de cómo evolucione la sequía. De hecho, la patronal alimentaria ha alertado ya de la grave situación provocada por la escasez de precipitaciones que, junto a las altas temperaturas y una situación de sequía hidrológica en amplias zonas, está teniendo un fuerte impacto en la agricultura y la ganadería y, por tanto, en la industria elaborada de alimentos.
Desde la organización recuerdan que el agua es un recurso clave para su industria, que lleva años optimizando y reduciendo su consumo en todos los procesos sin comprometer las exigencias de higiene o seguridad alimentaria y que es indispensable para garantizar el abastecimiento y evitar la escasez de determinados productos. «Es imprescindible que la industria de alimentación y bebidas reciba un tratamiento especial en estas circunstancias tan graves y que tenga un acceso preferente al agua para poder garantizar un suministro estable y seguro de alimentos y bebidas», afirma García de Quevedo, director general de Fiab.
La patronal también señala la importancia de un Plan Hidrológico que contemple nuevas interconexiones y trasvases entre cuencas, así como de planes de inversión en ampliaciones, desarrollo y modernización de infraestructuras de almacenamiento de agua y de riego.
Asimismo, desde la industria de alimentos y bebidas se solicita el impulso del uso de los recursos no convencionales de agua, como la reutilización y la desalación, indispensables para mitigar los efectos del cambio climático y destacan que la reutilización de agua regenerada es clave para alcanzar la seguridad hídrica en nuestro país.
De cualquier forma las estimaciones de Agricultura señalan que la producción de cereales de otoño-invierno para la campaña 2023-2024 reflejan en este momento una caída del 37,8%, hasta 8,9 millones de toneladas. Es una cifra que se queda por debajo de la mitad de la que se alcanzó hace solo dos años, en 2021, cuando la producción de cereales se elevó hasta 19,3 millones de toneladas.
Desde el Ministerio señalan que «todos los cultivos experimentan bajadas de importancia, en especial la cebada de seis carreras (-39,8 %), el centeno (-39,4 %), el triticale (-39 %) y la avena (-36 %)». Y son caídas que, en caso de confirmarse finalmente, se sumarían, además, a las registradas ya durante la última cosecha, la de 2022.
El trigo, el cereal que contaba hasta ahora con una mayor producción y que es fundamental para la industria alimentaria, sufrirá por ejemplo una caída del 36% respecto al año anterior, pero se desploma a menos de la mitad respecto a 2021, desde 8,2 a 3,9 millones de toneladas. En la misma línea también, según los datos Agricultura, «en los cereales de primavera, los primeros avances de superficie cultivada de la cosecha 2023, muy preliminares, apuntan descensos tanto en sorgo (-35,3 %), maíz (-17,9 %) y arroz (-2,5 %)».
Si se confirmaran estos datos los precios de la industria alimentaria volverían a subir, metiendo, además, presión al resto de la cadena.