Y noviembre lo ha vuelto a confirmar. El Euríbor cierra el mes en el 2,21%, prácticamente idéntico al 2,18% de octubre. Una décima arriba, una décima abajo… no cambia absolutamente nada. Lo relevante no es el dato, es el contexto. Esta aparente estabilidad, que podría confundirse con tranquilidad, es en realidad la antesala de la decisión que marcará todo 2026.
El 17 de diciembre el BCE celebrará su última reunión del año. Y nos jugamos mucho más que un titular. Nos jugamos el precio del dinero para el año que viene, el coste de las hipotecas variables, el acceso al crédito y, en definitiva, el margen de maniobra de millones de familias en España.
Viendo los datos, la conclusión es clara: el Euríbor está quieto porque el mercado está esperando instrucciones. No se mueve porque nadie se atreve a anticipar al BCE. Y eso, aunque pueda parecer un signo de calma, es exactamente lo contrario. Es el síntoma de que estamos en un impasse peligroso: ni sube para preocupar, ni baja para aliviar; simplemente aguarda.
En 2024 llegamos a ver un Euríbor rozando el casi el 4%, llegando al máximo 3,7% en marzo del 2024, una cifra que exprimió las economías familiares hasta el límite. Y aunque la caída de 2025 ha traído aire, todavía no hemos cerrado el capítulo, tras dos bajadas de 25 puntos básicos, que han dejado el tipo de interés en el 2,00%, sí, pero sin mostrar una hoja de ruta clara.
La inflación, por supuesto, sigue siendo el argumento estrella del BCE. Es cierto que ha resistido más de lo esperado, pero también es cierto que el organismo lleva un año comunicando con excesiva prudencia. Y esa prudencia, cuando afecta a cuatro millones de hipotecas variables en España, no es un matiz técnico: es un freno al bienestar de las familias.
Hoy, con un Euríbor estabilizado en torno al 2,21%, las revisiones de las hipotecas siguen saliendo a favor de los hogares, ya que en TRIOTECA la media de hipotecas fijas que estamos firmando está en el 2,23%% TIN sin prácticamente ninguna bonificación. No olvidemos que de media las hipotecas variables hay que sumar un 1% de diferencial, haciendo un Euríbor+1 de media, es por ese motivo que las fijas no solo dan seguridad y estabilidad al bolsillo familiar, sino que hace mucho tiempo que permiten ahorrar dinero cada mes a las familias. Ya no estamos en el ciclo descendente pronunciado de principios de año, estamos en una meseta. Y esa meseta puede convertirse en una trampa si el BCE decide mantener su discurso ambiguo.
Lo digo sin rodeos, necesitamos una señal contundente en diciembre. El BCE tiene que aclarar qué piensa hacer en el primer semestre de 2026. No estoy pidiendo una bajada inmediata, aunque sería deseable, sino claridad. Un mensaje firme que permita al Euríbor moverse en función de expectativas reales, no de silencios.
¿Qué espero personalmente de la reunión? Tres cosas muy simples:
1. Un reconocimiento de que la inflación está controlada y que la tendencia es compatible con nuevos recortes.
2. Una orientación clara sobre la primera mitad de 2026, aunque sea condicionada a los datos.
3. El final del tono ultracauteloso que ha paralizado al mercado en los últimos meses.
El BCE debe dar un paso al frente y permitir que el Euríbor retome su senda bajista de forma ordenada. Eso aliviará cuotas, reforzará la confianza y dará aire a un mercado inmobiliario que ha vivido dos años de tensión constante. Si realmente queremos un 2026 estable, competitivo y justo para las familias, la clave está en decidir bien ahora. La reunión de diciembre no es un trámite, es la última campanada del año hipotecario.

