Se trata de la primera vez que se podrán contemplar en España obras de una de las escultoras estadounidenses más relevantes de los siglos XX y XXI. En 1970, la revista Life la proclamó heredera de Jackson Pollock y en 2022 fue seleccionada por The New York Times para su edición especial The Greats, en la que la publicación destaca cada año a cuatro “creadores inimitables cuyo talento ha cementado su lugar en la cultura”. A sus 82 años, tras seis décadas de trabajo, sigue en activo. “Siempre quise hacer fuentes. Haberme criado en un lago, cerca del agua, fue lo que me llevó a querer trabajar con ella y con su movimiento (…) El agua fluye sobre ellas y a su alrededor. Son como erupciones que brotan de la tierra, y el agua articula ese carácter explosivo. Esto es algo que se siente en el cuerpo, la succión de la gravedad. Siempre he sido muy consciente de ello, y se manifiesta en mi trabajo, probablemente en todo mi trabajo, de una forma u otra” (1), ha declarado la artista.
Ahora, este trabajo se puede descubrir en la instalación titulada Lynda Benglis Fuentes Jardín Banca March. El compromiso histórico de Banca March con la cultura y el arte se pone de manifiesto en esta instalación de cuatro piezas de Lynda Benglis, concebida junto con Vande, firma internacional especializada en la venta privada de obras de arte y en la producción cultural, en torno a la idea de las fuentes y el agua como símbolos evocadores del concepto de sostenibilidad. Desde su fundación en 1926, Banca March se ha mantenido fiel a su compromiso de generar un impacto positivo en su entorno y contribuir al desarrollo de la sociedad. Banca March está comprometida con la creación no sólo valor económico, sino también valor social, de manera respetuosa con el medio ambiente y de forma sostenible 2 en el tiempo, apoyándose en un modelo de negocio singular, basado en el crecimiento conjunto de clientes, profesionales, accionistas y la sociedad en general.
A las puertas de la celebración de su centenario en 2026, Banca March abrirá el jardín de su sede madrileña dos días a la semana hasta el mes de junio. Durante este periodo, los visitantes podrán contemplar estas cuatro fuentes situadas en diferentes emplazamientos del jardín, una isla verde a la sombra de un emblemático edificio de principios del siglo XX, situado en el madrileño Barrio de Salamanca.
Sobre la importancia de la obra de Lynda Benglis, Anne Pontégnie, que comisaría la muestra junto con Vande, afirma: “Lynda Benglis es una figura colosal dentro de la escultura contemporánea. Su trabajo puede interpretarse como un esfuerzo constante por capturar el movimiento, un intento de congelar y expresar el flujo, la encarnación de la vida”.
Celebrar el agua “Una escultura debería ser capaz de hacer algo consigo misma, de tener voz. Una buena obra no debería dejar nunca de plantear preguntas” . Lynda Benglis produjo la primera fuente en 1984 para la Exposición Mundial de Luisiana y la tituló The Wave of the World. Fue también su estreno con el bronce. Durante años esta fuente se dio por perdida, hasta que apareció en una antigua planta de tratamiento de aguas residuales, en la ciudad de Kenner, a poco más de 20 kilómetros de donde estuvo instalada. De su restauración se encargó la propia artista, quien la modificó dando lugar a Crescendo (1983–84/2014–15), una de las piezas que se mostrarán en el jardín de Banca March. Este megalito se convertirá casi en un objeto animado que dará la bienvenida al visitante en su paseo y descubrimiento del jardín del banco. Otra de las esculturas, Knight Mer (2007-22), es una fuente de menor formato que puede recordar a cualquiera de los crustáceos o formas vivas con los que Lynda Benglis se cruzó en los pantanos de su Luisiana natal. Bounty, Amber Waves y Fruited Plane (2021) son tres columnas formadas por vasos cónicos apilados por los que discurre el agua. Quizá uno de los conjuntos escultóricos más conocidos y reproducidos de Benglis, estas piezas resaltan por su monumentalidad, al alzarse casi ocho metros desde el suelo.
Completa la muestra Pink Lady (2014), la única fuente realizada en poliuretano y de un sorprendente color rosa fluorescente cuya superficie rugosa recuerda a los montones de arena y barro expulsados por los cangrejos y crustáceos a la orilla del mar. Benglis ha hablado específicamente de esto: “Los agujeros que hacían los cangrejos eran muy importantes para mí (…) Al observar las aguas de las riadas, veía como extraían el barro y dejaban unos grandes agujeros, a veces de treinta centímetros de alto, cubiertos de barro burbujeante. Tenían textura, era algo muy románico” . Sobre el origen y concepto de la muestra, Vande comenta: “De todos es conocido el compromiso con el arte y la cultura de Banca March en el marco de su filosofía casi 4 centenaria de crecimiento conjunto con la sociedad. La elección de estas cuatro fuentes monumentales de Lynda Benglis no fue difícil.
El exotismo de sus formas establecerá un fructífero diálogo con la vegetación de la que estarán rodeadas. La belleza de estas fuentes ha hecho que estas y otras piezas de la escultora ya estén grabadas en la retina de todos. Estamos seguros de que, trayéndolas a Madrid, el público será capaz de apreciarlas en toda su plenitud y matices, en particular los referidos al paisaje, al agua y a la importancia de sostener y preservar el mundo que nos rodea.
Sobre Lynda Benglis La revista Life proclamó a Lynda Benglis “heredera de Pollock” en 1970. Tenía 29 años y llevaba seis en Nueva York, la nueva capital del arte, donde había realizado 15 exposiciones individuales. Su ascenso fue vertiginoso, pero quizás su figura no haya tenido el mismo reconocimiento que compañeros de viaje como Donald Judd, Robert Morris, Richard Serra o Frank Stella. Nacida en 1941 en Lake Charles (Luisiana, EE UU), su padre, de origen griego, dirigía un almacén de materiales de construcción y su madre, costurera, era pintora aficionada. Era la mayor de cinco hermanos. Se especializó en pintura en el Newcomb College de Nueva Orleans. En 1964 se mudó a Nueva York y se matriculó en la Escuela de Arte del Museo de Brooklyn, hoy desaparecida. Al principio, bordea el expresionismo abstracto, pero cuestiona la rigidez del soporte. En una conversación con el artista John Baldessari publicada en 2015 en la revista Interview, éste le confiesa que cuando vio su trabajo pensó: “No es necesario tener un bastidor para pintar”.
Más tarde empezó a trabajar con materiales industriales y en esto fue pionera. En palabras de la propia Benglis: “No estaba rompiendo con la pintura, sino tratando de redefinir lo que era”. Crea los pours (vertidos de material), un formato que luchaba por despegar la obra de arte de la pared, llevando la técnica de goteo a lo Pollock a las tres dimensiones, derramando caucho líquido directamente sobre el suelo. Su trabajo convierte el gesto abrumador del expresionismo en ingenioso y la rigidez del minimalismo en subversiva. También fue pionera en trabajar con el vídeo, cuestionando el papel de la mujer artista, y provocó 5 escándalos con sus autorretratos en los que posaba como una pin-up o una estrella porno.
Un camino que luego siguieron artistas tan diversas como Cindy Sherman o Rachel Harrison. En 1969 el Museo Whitney le pidió una pieza de 10 metros de vertido de látex, Contraband, para la exposición Anti-Illusion, una reunión de postminimalistas. Sus compañeros se quejaron del colorido y la comisaria de la muestra situó la obra cerca de una rampa de acceso. Benglis se la llevó a casa y decidió no participar. En esos años se centra en sus frozen gestures, que construye partiendo de estructuras de madera y alambre de gallinero sobre las que, desde una escalera, derrama espuma de polietileno.
Al retirar las mallas, quedan formas fantasmales que parecen saltar de las paredes. En 1971, seis de estas instalaciones gigantes viajaron por todo el país. Otras versiones de estos gestos se realizaron en cera que, cepillada en caliente en dos direcciones crea, al enfriarse, una peculiar topografía escarpada. En la misma línea, también se enmarcan sus esculturas en forma de nudos. Noviembre de 1974 parece ser el momento de su consagración. La revista Artforum, el medio artístico más importante del momento, iba a dedicar un reportaje a su obra. Benglis quiso publicar un desnudo suyo en una de las páginas de apertura del artículo, pero la cabecera se negó. Su respuesta fue contratar dos páginas de publicidad, por las que pagó 3.000 dólares: la izquierda, sobre fondo negro, los datos de su galería; en la impar, un autorretrato sin ropa, con gafas de sol y pose seductora. Quiere ser un toque de atención sobre los estereotipos de género sexistas del arte y provoca tal polémica en el sector que varios editores abandonarán la revista como protesta. Según The New York Times, esta fotografía es considerada una de las obras de arte pop y feministas más importantes del siglo XX. Se titula Centrefold y es, quizás, la página más famosa nunca publicada en una revista de arte. Un icono, pero también una anormalidad en la carrera de Benglis, llena de obras más revolucionarias y contundentes. Al año siguiente, recibe una beca Guggenheim. Se suceden exposiciones –más de 70, tanto en EE UU como en el resto del mundo– entre 1975 y 2008, pero su carrera no vuelve a ser tan popular.
No fue hasta 2009, con su primera retrospectiva europea en el Museo Irlandés de Arte Moderno de Dublín, cuando los focos vuelven hacia ella. La exposición 6 itineró a Le Consortium, en Dijon (Francia); el Museo de Arte de la Escuela de Diseño de Rhode Island, en Providence; y el New Museum, en Nueva York. Actualmente, Benglis divide su tiempo entre sus estudios en Nueva York y Santa Fe (Nuevo México). Sigue trabajando con cerámica y poliuretano junto a piezas en papel moldeado. «Si piensas en cada una de mis obras como un cuerpo», le dijo Benglis al curador de su exposición en The Hepworth Wakefield, Andrew Bonacina, “ese cuerpo siempre está en movimiento”.