Su política económica se caracteriza por el escaso posicionamiento claro y definido a favor de sus tesis, que en definitiva le llevo a ser un personaje dubitativo e inequívocamente indefinido, lo que finalmente nos llevo a un desastre económico notable del que salió tocado. Pese a ello su imagen de hombre bueno le salvo de la dura crítica a la que cualquier otro gestor hubiese sido sometido.
En ese contexto, es fácil de entender como la política socialista no deja de ser un modo de entender la gestión del Estado, la gobernanza como un paso adelante y otro atrás. Es decir, estamos ante una ideología que deja atrás los postulados claros y que se limita a cumplir con el día a día que le marcan sus socios, con lo que su programa queda al margen de la gestión y solo se cumple el plan que van marcando los otros, en este caso Iglesias y los independentistas.
De poco le vale la propaganda defendiendo esto y aquello, cuando a las pocas semanas se comprueba que se ha mentido, manipulado y argumentado todo lo contrario de lo que se prometió. Pero por mucho que pasen las personas y los hechos, la miseria del gobernante, su incapacidad intelectual es de tal calibre que enderezar el rumbo es imposible y el final puede ser el naufragio del proyecto sanchista, sin solución de continuidad y dejando un partido camino de la desaparición.