Alrededor del 40% de las economías avanzadas y casi dos tercios de los mercados emergentes superan sus propios límites fiscales.
Unas normas fiscales sólidas y eficaces son esenciales para hacer frente a los crecientes desafíos que enfrentan los países, desde la deuda récord y las crecientes presiones de gasto en defensa hasta el envejecimiento de la población y las necesidades sociales y de desarrollo. Con estos desafíos, las finanzas públicas se están agotando. Aquí las reglas fiscales pueden ayudar: establecen límites numéricos al gasto, los déficits o la deuda, y actúan como barandillas para promover la disciplina y señalar el compromiso con unas finanzas públicas sólidas.
Esta no es una idea nueva. Las reglas fiscales se han utilizado desde mediados de la década de 1980 y su uso ha aumentado en las últimas dos décadas. Hoy en día, más de 120 países los tienen, según la base de datos de Reglas Fiscales y Consejo Fiscal del FMI, que cubre 122 economías y 54 consejos fiscales.
Nuestro informe rastrea la evolución de las reglas fiscales y cómo los países las cumplen. En los primeros años, encontramos que las reglas eran respuestas demasiado rígidas y restringidas a las recesiones económicas. Finalmente se introdujo una mayor flexibilidad y resultó eficaz, lo que permitió a los gobiernos brindar el apoyo necesario a las economías en dificultades, particularmente en crisis graves como la pandemia. Sin embargo, los graves shocks fueron una prueba importante para las reglas fiscales, ya que los déficits y la deuda de muchos países excedieron sus propios límites. Más de dos tercios de los países han revisado sus reglas fiscales, a menudo haciéndolas más flexibles sin salvaguardar considerablemente las finanzas públicas.
Para que las reglas fiscales sean efectivas, deben lograr un equilibrio cuidadoso: deben salvaguardar la sostenibilidad fiscal y dejar al mismo tiempo un margen y flexibilidad adecuados para el gasto prioritario. Nuestro análisis muestra que las reglas efectivas deben tener varios elementos: se basan en un objetivo claro y apropiado o un ancla fiscal para guiar la política; tienen una forma sólida de corregir el rumbo cuando las presiones de gasto o los choques adversos desvían las reglas; y existen instituciones fiscales de apoyo para guiar y apoyar su implementación.
En primer lugar, un ancla fiscal prudente —por ejemplo, una relación deuda/PIB o una meta de saldo presupuestario a mediano plazo— debe adaptarse dentro de un marco de riesgo a la capacidad de endeudamiento y la exposición de un país a los shocks. Para ser creíbles, deben ser fáciles de controlar, claramente comunicados al público y estrechamente vinculados a los presupuestos anuales.
En segundo lugar, cuando se superan los umbrales, los países necesitan procedimientos claros para volver a encarrilarse. Los desencadenantes, los plazos y las respuestas de política predefinidos pueden ayudar a volver a los límites de las reglas fiscales, como exigir a los gobiernos que presenten planes fiscales o tomen medidas correctivas, y restaurar la disciplina. Algunos países van más allá, utilizando desencadenantes progresivos que activan medidas más estrictas, por ejemplo, cuando la deuda se acerca a niveles críticos.
Este mecanismo no solo es una buena política, sino que también ayuda a los países a reducir sus costos de financiamiento. Un análisis de seis países (Armenia, Costa Rica, Chipre, República Checa, Polonia y República Eslovaca) muestra que los mecanismos de corrección bien diseñados ayudaron a reducir el costo de emisión de deuda en aproximadamente 0,3 puntos porcentuales en seis meses y 0,75 puntos porcentuales en un año, en comparación con economías similares sin reglas fiscales efectivas.