El bueno: El BCE y su siesta monetaria
Christine Lagarde, cual sheriff que ya ha limpiado el pueblo, se ha subido al caballo y ha decidido dejar que el polvo se asiente. Con un IPC en el 2,2%, el BCE siente que su trabajo está hecho. No habrá más recortes, ni rescates, ni sorpresas. Los tipos se quedan como están, y el mensaje es claro: “ya hemos hecho bastante, ahora que el resto se apañe”. Mientras tanto, el euro se abanica al sol, los halcones de Frankfurt brindan con Riesling y los inversores respiran tranquilos (por ahora). El BCE se presenta como “el bueno” de la película: disciplinado, sereno y con el gatillo frío. Pero, como todo héroe del desierto, podría descubrir que en la calma también acecha el peligro… sobre todo si el crecimiento europeo se queda a medio camino entre el desierto y el saloon.
El feo: la FED y su baile con Trump
Jerome Powell tiene un papel más complicado. En su duelo particular, se enfrenta a tres enemigos: la inflación, el mercado laboral y Donald Trump. La inflación se ha plantado en el 3%, el empleo empieza a dar síntomas de flaqueza y las presiones políticas desde Mar-a-Lago se escuchan incluso en los pasillos de la Fed. El resultado: un guion lleno de dilemas. Powell promete dos bajadas de tipos para 2025 y cuatro o cinco para 2026, intentando contentar a todos. Pero los mercados ya sospechan que este “feeling dovish” podría acabar en tragedia si la inflación decide volver al baile. Powell, sudando bajo el sombrero, mantiene la calma mientras cuenta los cartuchos: cada recorte deberá ser certero, o el sheriff del dólar podría perder el control del pueblo.
El malo: el Banco de Japón y su revólver oxidado
Y luego está el Banco de Japón, el eterno “malo” incomprendido. Después de décadas disparando tipos negativos, ahora parece dispuesto a lo impensable: subirlos. El yen, al que nadie temía, empieza a moverse como un forajido desbocado, y los mercados se preguntan si el BoJ se atreverá por fin a hacer justicia con su inflación. Su dilema es de manual: si sube tipos demasiado rápido, mata al crecimiento; si no los sube, el yen se desangra. El resultado es un guion de Kurosawa, con economía zen, decisiones milimétricas y un protagonista que dispara solo cuando medita tres días seguidos.
Epílogo: el duelo final
Así, el bueno (BCE), el feo (Fed) y el malo (BoJ) se encuentran en la encrucijada de la economía global. Lagarde observa con calma, Powell intenta mantener la compostura y Ueda afila su katana monetaria. Los mercados, como siempre, mueven las apuestas y esperan el primer disparo. Porque, en la economía mundial, no gana el más rápido… sino el que logra mantener el tipo.
