Tal vez no sea el tamaño de los gravámenes comerciales lo que ha pillado a los mercados con el pie izquierdo, sino la precipitación con la que se impondrán y la velocidad de la respuesta de represalia de las autoridades de Canadá y México. Tenemos en nuestras manos una guerra comercial en toda regla y que, de manera preocupante, puede que no haya hecho más que empezar, con el presidente Trump insinuando que la UE será la próxima en sentir la ira de sus políticas arancelarias.
No parece haber ninguna justificación económica para estas restricciones comerciales, y el gran temor de los inversores es que estos aranceles puedan actuar para debilitar significativamente el crecimiento mundial en 2025. Esto crea un entorno extremadamente desagradable para los activos de riesgo, y favorable para el dólar, especialmente dada la creciente amenaza de tasas más altas de la Reserva Federal durante más tiempo. Las monedas europeas han sido las más afectadas por la venta masiva hasta ahora, al igual que los mercados emergentes, particularmente entre aquellos que están agudamente expuestos a la demanda externa.
La libra esterlina se ha mantenido razonablemente bien hasta ahora, dado que Gran Bretaña parece estar abajo en la lista de objetivos de aranceles, no está expuesta a la demanda global y tiene un superávit comercial decente con Estados Unidos, lo que puede ayudar a eludir cualquier restricción comercial. La responsabilidad recaerá en el gobierno laborista para llegar a un acuerdo con el presidente Trump, sin embargo, Keir Starmer estará en Bruselas esta semana mientras intenta «restablecer» la relación del Reino Unido con la UE, lo que no es precisamente un buen momento.