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  Sin categoría  Los mercados reaccionan tras la reunión de la Fed
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Los mercados reaccionan tras la reunión de la Fed

Los mercados se disparan tras la reunión de la Fed de la semana pasada: el DAX marca nuevos máximos impulsado por la renta variable europea en defensa y sector financiero, las criptos vuelan y el optimismo crece ante un posible acuerdo EEUU y China.

José Manuel Marín Cebrián, analista financiero y fundador de FortunaJosé Manuel Marín Cebrián, analista financiero y fundador de Fortuna—12 de mayo de 20250
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Reducción de tensiones comerciales.
Si bien la aparente mejora en las relaciones con China y un inminente acuerdo comercial con el Reino Unido pueden percibirse como señales de estabilidad o incluso de apertura selectiva, es importante recordar que Trump representa un enfoque de política exterior y comercial marcadamente unilateralista y pragmático. Por tanto, aunque en el corto plazo estos movimientos diplomáticos y comerciales generan optimismo —reflejándose en repuntes bursátiles o en el fortalecimiento de ciertos sectores— no significa que los riesgos estructurales hayan desaparecido. Trump es impredecible en cuanto a su política económica internacional, y su historial muestra que no duda en introducir aranceles, renegociar acuerdos o presionar a socios estratégicos si lo considera conveniente para los intereses estadounidenses. Además, aún persisten desafíos globales que van más allá de las relaciones bilaterales: la fragmentación geoeconómica, las tensiones tecnológicas entre bloques, el resurgir de políticas industriales nacionalistas, y la necesidad de redefinir el orden comercial multilateral. Por tanto, aunque podría decirse que los mercados se sienten más aliviados respecto a los peores escenarios de ruptura, sería prematuro asumir que hemos entrado en una fase libre de sobresaltos. La volatilidad seguirá presente, aunque con nuevos protagonistas y formas.

Una menor tensión comercial y un entorno más favorable al crecimiento global pueden aumentar el apetito por el riesgo, y en ese contexto activos como el bitcoin podrían beneficiarse. No obstante, el bitcoin ya no se comporta exclusivamente como un “activo de riesgo especulativo”; su dinámica responde cada vez más a su propia narrativa: halving, adopción institucional, evolución regulatoria y su papel percibido como “oro digital”. La reducción de la incertidumbre comercial podría facilitar el flujo de capital hacia criptoactivos, pero los catalizadores principales seguirán siendo internos al ecosistema cripto. Además, hay que recordar que la volatilidad del bitcoin sigue siendo elevada, y que no está exento de shocks idiosincráticos (regulaciones, fraudes, fallos tecnológicos). Por tanto, si bien podría tener un repunte por mayor liquidez y menor aversión al riesgo, sigue siendo un activo que debe tratarse con cautela y dentro de una estrategia bien definida de diversificación y control del riesgo.

Oro, activo más beneficiado de la incertidumbre comercial.
El oro ha actuado históricamente como un activo refugio, y en el contexto reciente no ha sido la excepción. Durante los episodios de tensión comercial, la desaceleración global y la elevada inflación, los inversores recurrieron al oro como una forma de preservar valor. A esto se suma una demanda creciente por parte de bancos centrales, especialmente de economías emergentes, como mecanismo de diversificación frente al dólar. La tendencia alcista del oro podría mantenerse si persisten algunos de los factores subyacentes: expectativas de tipos reales bajos, inestabilidad geopolítica, y una demanda estructural por cobertura frente a riesgos monetarios. Si bien es probable que veamos cierta toma de beneficios o consolidación si mejora el apetito por el riesgo, el oro conserva un papel estratégico en las carteras como diversificador y reserva de valor. No lo vemos como un activo especulativo, sino como una cobertura prudente en un mundo de elevada incertidumbre.

Fortalecimiento del euro frente al dólar.
El fortalecimiento del euro frente al dólar responde a varios factores que van más allá del comportamiento coyuntural del mercado. Uno de los principales motores ha sido el cambio de política monetaria en EE.UU.: tras un largo periodo de tipos altos, la Reserva Federal ha iniciado un ciclo sostenido de bajadas, con el objetivo de estimular el crecimiento y contrarrestar signos de desaceleración. Esta relajación monetaria ha reducido el atractivo relativo de los activos denominados en dólares, empujando a los inversores a buscar alternativas con mejores perspectivas de rentabilidad ajustada al riesgo. Paralelamente, el euro ha recuperado tracción como divisa de reserva y como vehículo de diversificación. A diferencia de otras fases anteriores, en esta ocasión el fortalecimiento del euro no se explica tanto por una exuberancia europea como por un reequilibrio de confianza global. El dólar está perdiendo parcialmente su estatus incuestionable como activo refugio, una tendencia que también afecta a la deuda soberana estadounidense. Factores como el aumento estructural del déficit fiscal, la elevada emisión de deuda, y la creciente incertidumbre política en EE.UU. —acentuada tras el regreso de Trump al poder— han provocado un cierto repliegue por parte de inversores institucionales y bancos centrales, que ahora buscan refugios alternativos más allá del billete verde. En este contexto, el euro, respaldado por una política fiscal más contenida en algunas economías clave y un entorno político relativamente más previsible, ha logrado capitalizar parte de esos flujos. No se trata de un cambio radical, pero sí de una señal de que el equilibrio monetario global está entrando en una nueva fase, donde la hegemonía del dólar ya no es tan incuestionable como lo fue en décadas anteriores.

Wall Street pide la cuenta (y ni el Big Mac se salva).
Durante años, los acérrimos defensores de la inversión indexada en Estados Unidos han repetido con fervor casi litúrgico: “el mercado siempre sube”. Una fe que ignora los ciclos, los excesos y, últimamente, hasta las señales más evidentes de fatiga. Hoy, sin embargo, hasta el menú del optimismo parece indigesto. Y no es sólo porque las hamburguesas de McDonald’s ya no bajan con la misma facilidad. La icónica cadena de comida rápida acaba de reportar una caída notable en ventas. No, no es una tendencia vegana masiva. Es que el consumidor estadounidense está perdiendo confianza… y apetito. Cuando hasta el combo del dólar empieza en convertirse en un lujo, es momento de preguntarse si el famoso “consumo resiliente” no era simplemente una ilusión alimentada por tarjetas de crédito y tipos de interés artificialmente bajos. Pero el desconcierto no termina ahí. Jeff Bezos ha comunicado su intención de vender acciones de Amazon por hasta 4.200 millones de dólares en los próximos 12 meses. Naturalmente, esto es solo una casualidad, un simple rebalanceo de cartera personal. Porque si alguien conoce el futuro brillante de su empresa es el fundador, ¿verdad? Que decida vender justo ahora es, por supuesto, pura coincidencia. En Cupertino, Apple también enfrenta su propia travesía arancelaria: 900 millones de dólares en sobrecostes, cortesía de las tensiones comerciales. Eso sí, tranquilos, el próximo iPhone vendrá sin cargador, sin botones… y con margen del 40%. Y mientras tanto, los mercados dan señales de que la gran rotación ya ha comenzado: más de 15.000 millones de dólares han salido de fondos de renta variable estadounidense, buscando refugio en Europa y Asia. Porque hasta los inversores institucionales, esos eternos creyentes del «buy and hold», parecen haber entendido que sostener la bolsa norteamericana con fe y ETFs ya no basta. ¿Y qué pasa con las tecnológicas? Algunas han presentado resultados más que aceptables. Pero ojo: eso no ha solucionado el problema central. La sobrevaloración estructural del sector sigue intacta. El Nasdaq se mantiene en niveles que históricamente han precedido correcciones serias. Las expectativas de crecimiento están descontadas varias veces, como si la IA fuese a imprimir dinero literal mañana por la mañana. La narrativa es brillante, sí. Pero los múltiplos también lo son… como lo fueron en el 2000.

CONCLUSIÓN:
Porque cuando ya no se venden hamburguesas, los fundadores venden sus acciones, los gigantes tecnológicos pagan la factura y el dinero vuela hacia otros continentes… tal vez no estemos en el inicio de otro ciclo alcista. Tal vez sea momento de tener cintura y dejar de aferrarse a un enfoque indexado que solo sigue la marea. La gestión activa, esa que implica abrir los ojos y mirar más allá del horizonte estadounidense, empieza a ser esencial. Europa y Asia están baratos, mientras Estados Unidos sigue aupado en una burbuja de sobrevaloración. Lo bueno, bonito y barato… ya NO está en USA.

 

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