Durante más de 10 años, los bancos centrales —como la Fed o el BCE— inyectaron dinero a gran escala, bajaron tipos y compraron deuda soberana. Esa liquidez sigue circulando y es lo que mantiene en pie a los mercados. Pero eso no significa que la economía esté sana.
Principales riesgos e incógnitas que rondan este aparente oasis bursátil
• Conflictos en Israel y Ucrania: Siguen activos y pueden escalar en cualquier momento, afectando a los mercados energéticos, la confianza global y los flujos comerciales.
• Un dólar débil: Puede beneficiar a exportadores estadounidenses, pero también refleja una pérdida de impulso económico en EE. UU. y debilita a países con deuda nominada en dólares.
• La economía real está perdiendo fuelle: No solo los PMIs (indicadores adelantados de actividad empresarial) están por debajo de 50 en varias regiones —especialmente en Europa—, lo que sugiere contracción, sino que además los organismos internacionales han recortado las previsiones de crecimiento del PIB mundial. Por ejemplo, el FMI ha revisado a la baja su previsión de crecimiento global para 2025, situándola en torno al 2,9%, frente al 3,1% anterior. En economías avanzadas como Alemania, Japón y Reino Unido, se esperan crecimientos cercanos al estancamiento. Incluso China está perdiendo fuerza. En resumen: la economía real no acompaña al optimismo de los mercados.
• Valoraciones exigentes en bolsa: El S&P 500 está en niveles elevados, impulsado sobre todo por las «7 Magníficas» (Apple, Microsoft, Nvidia, Amazon, Meta, Alphabet y Tesla). Estas grandes tecnológicas han tirado del índice, pero cotizan a múltiplos muy altos. Si alguna falla en resultados, el impacto puede ser duro. Hay muy poco margen para decepciones.
• Tensiones comerciales no resueltas: EE. UU. y China siguen en una especie de “tregua tensa”. Y con elecciones en EE. UU. a la vista, pueden resurgir medidas proteccionistas o nuevas subidas de aranceles.
• Una Reserva Federal que no baja los tipos aún: Aunque la inflación ha bajado, la Fed sigue firme. ¿Por qué? Porque teme que una combinación de gasto público fuerte y política comercial agresiva (si vuelve Trump) reavive la inflación. No quieren precipitarse.
• Deuda global en niveles históricos: Según el Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda mundial superó los 315 billones de dólares en 2024, lo que equivale a más del 330% del PIB global. Aunque por ahora es “sostenible”, un repunte de tipos o una desaceleración fuerte pueden hacer que algunas economías entren en terreno peligroso.
• Divisas, las protagonistas silenciosas del verano: Ya vimos cómo el yen japonés fue protagonista en 2024. Este verano, otras monedas —como el euro, el yuan o el real brasileño— podrían dar sorpresas. Las divisas están muy sensibles a los diferenciales de tipos y a los cambios en política monetaria.
La aparente calma de los mercados no refleja la realidad de fondo. La economía real se enfría, las previsiones de crecimiento global se recortan, y los riesgos geopolíticos, financieros y comerciales están más vivos que nunca.
Los mercados siguen subiendo, pero lo hacen con muletas: la liquidez de los bancos centrales y unas valoraciones basadas más en expectativas que en fundamentos. En este entorno, más que euforia, se necesita prudencia, vigilancia y mucha diversificación. Porque cuando todo parece demasiado tranquilo… es cuando hay que estar más atentos.