Además, multiplica por cuatro el de países como Alemania, donde solo llega a un 0,7%. Aunque se ha reducido sustancialmente desde los niveles alcanzados en la crisis financiera, cuando rondó el 6%, este dato revela que la inestabilidad de los puestos de trabajo sigue siendo una de las grandes debilidades de nuestro mercado de trabajo dos años después de la reforma laboral.
Este trasvase no se traduce en una destrucción neta de empleo porque se vio compensada por la entrada de 761.000 desempleados en la ocupación, el 27,1% de los que tres meses antes contaban como parados. Pero en este caso, la comparativa europea es mucho menos favorable. España ocupa el puesto número 13 entre los 27, lo que ilustra una cruda realidad: los españoles tienen más posibilidades que cualquiera de nuestros vecinos de quedarse sin trabajo, pero bastantes menos de encontrar otro.
La foto fija a cierre de año ha sido publicada este viernes por Eurostat en el marco de la Labour Force Survey (LFS) que dedica un apartado a las transiciones laborales. El Instituto Nacional de Estadísticas ya publicó a finales de enero los datos para España, que recogen que la ratio de ocupados que se fueron al paro se sitúa en sus niveles más bajos desde 2008, pero no la brecha con el resto de Europa.
La transición del empleo al desempleo se suele asociar a un despido o a la finalización de un contrato temporal, aunque también puede asociarse a renuncias en el caso en el que el abandono laboral no se deba a haber encontrado un nuevo puesto, sino a otras causas, como la insatisfacción con las condiciones laborales. En cualquier caso, múltiples estudios muestran que la pérdida involuntaria de un empleo se traduce en pérdidas de ingresos al volver a la ocupación que no se producen cuando el nuevo trabajo se logra tras un cambio de empleo emprendido por el trabajador.
La situación es aún peor entre los jóvenes, para los que la tasa de pérdida de empleo se eleva al 8,3%. Son más de cinco puntos porcentuales por encima de la media, lo que da muestra de su gran exposición al empleo temporal incluso después de la reforma laboral. Aunque el porcentaje a cierre de 2023 es inferior al 10% registrado en los años anteriores, sigue muy por encimo del 6% de media en los ejercicios previos a la crisis financiera. Un síntoma de que la estructura del mercado laboral y productivo tras la Gran Recesión ha penalizado a los jóvenes trabajadores que el cambio legal sigue lejos de resolver, pese a la intensa caída de la tasa de temporalidad del empleo.
Como decíamos al principio, el análisis económico y política suele restar importancia a la salida de los trabajadores al paro porque se ve compensada con la incorporación de nuevos ocupados procedentes del paro. Sin embargo, en un país con la mayor tasa de paro de la Unión Europea, el único que mantiene el doble dígito de porcentaje (11,4% según confirma Eurostat) esto encierra casi más de rotación laboral que de creación real de empleo. Sin embargo, en los dos últimos años sí se aprecia una leve reducción en la brecha entre los ocupados que entran en la ocupación y los parados que empiezan a trabajar en los dos últimos años. Esto apunta a un efecto positivo de la reforma en la rotación del empleo, si bien por ahora insuficiente para mejorar la comparativa de estabilidad laboral con el resto del ámbito europeo.