Es un acontecimiento digno de mencionar por dos razones: en primer lugar, Japón ha experimentado dos décadas de deflación, por lo que el aumento de los rendimientos refleja la posibilidad de una recuperación económica. En segundo lugar, China corre el riesgo de entrar en deflación (con un IPC cercano al 0% desde hace 18 meses).
La caída del mercado inmobiliario chino está ralentizando la economía y alimentando el pesimismo de los inversores, lo que sugiere que el Gran Dragón podría seguir el camino ya emprendido por Japón con el auge y la caída de los años ochenta.
Una caída del crecimiento chino sería una mala noticia, ya que el PIB real per cápita de China es sólo la mitad del de Japón y sólo el 60% del de Japón en la década de 1990. Sin embargo, hay algunas buenas noticias: la semana pasada Pekín informó de que el PIB del cuarto trimestre de 2024 aumentó un 5,4% interanual. Otra buena noticia que podemos observar en el gráfico siguiente es que, con rendimientos más bajos, China podría aprovechar el menor coste de la deuda y emitir más deuda pública a largo plazo.