Siempre ha habido un intenso debate sobre la generación nuclear, si bien los argumentos a favor y en contra han ido evolucionando a lo largo del tiempo. En los últimos años, esos argumentos se han enriquecido ante la urgencia por acometer medidas que faciliten la descarbonización de la generación eléctrica, que debe acompañarse del desplazamiento de una parte importante de los consumos energéticos basados en hidrocarburos hacia la electricidad.
Con el objetivo de contribuir a ese debate, Fedea publica un trabajo de Javier Revuelta en el que se profundiza en la discusión sobre la posible prolongación de la vida útil de las plantas de generación nuclear que actualmente se encuentran en operación en España. El trabajo comienza proporcionando una perspectiva histórica sobre por qué se construyeron varios reactores nucleares hasta comienzos de los años ochenta en España y por qué se abandonaron los planes de expansión existentes. A partir de ahí, el autor analiza cuáles son los rasgos más destacados de la aportación de la generación nuclear al mix de generación eléctrica, su situación actual y sus perspectivas de futuro.
En el trabajo se realiza un análisis detallado sobre los distintos argumentos que deben tenerse en cuenta en la decisión de continuar o no con la operativa de las centrales nucleares. Para ello, se recuerda que los reactores nucleares no tienen una vida predefinida y que, de hecho, reactores con diseños gemelos a los existentes en España ya han visto extendida su autorización de operación desde 40 hasta 60 u 80 años. Por lo tanto, con la autorización e inversiones pertinentes, los reactores nucleares podrían extender su período de operación más allá de los años recogidos en el plan de cierre acordado entre los titulares de las centrales y la empresa pública Enresa, que se extienden entre 2027 y 2035. Otra cuestión, puntualiza, es la rentabilidad privada asociada a esas nuevas inversiones ante la regulación, la fiscalidad y los riesgos esperados, si bien el autor cuestiona que sean sólo las empresas propietarias las que deban decidir sobre la continuidad de unos activos tan estratégicos para la economía nacional.
En este contexto, el autor indica que el escenario recogido en el plan de cierre, frente a un escenario de extensión de la operación hasta 60 años, conlleva aumentos del precio de mercado, de la generación por parte de los ciclos combinados y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Todo ello a pesar de compensar los cierres nucleares con un sustancial aumento de la potencia renovable que, sin embargo, no aporta recurso en las noches con escaso viento, pero precisa verter mucho recurso en las horas solares ya sobreabastecidas. El autor señala que, además de los argumentos basados en los menores precios y costes del sistema, así como de las emisiones, existen argumentos adicionales que aconsejan extender la operativa de las centrales más allá de lo contemplado en el actual plan de cierre. Entre ellos señala la seguridad de suministro y la pérdida de capacidad humana y experiencia en un sector que puede ser un aliado de la transición energética durante muchas décadas más. Con respecto a la seguridad de suministro, en el trabajo se destaca el hecho de que la generación nuclear aporta una generación muy estable al sistema eléctrico, tanto en términos horarios como en perspectiva anual, aportación sólo afectada por los periodos de parada programada para la recarga de combustible y los trabajos de mantenimiento.
El autor enfatiza también la necesidad de duplicar la capacidad de generación del sistema eléctrico en el contexto de los objetivos de emisiones netas nulas para 2050, con las restricciones asociadas a las ingentes necesidades de extracción de minerales asociadas para construir los nuevos equipamientos que se requieren. La expectativa de un relevante crecimiento del consumo eléctrico podría ser aún mayor si se sustancia la ‘explosión’ de las necesidades de electricidad asociadas a la Inteligencia Artificial que, además, tienen un perfil horario de consumo plano. A ese respecto, señala la creciente demanda de capacidad nuclear en Estados Unidos por parte de algunas grandes compañías tecnológicas.
En cualquier caso, el autor considera que, antes de cerrar el parque nuclear en España debería valorarse un amplio conjunto de cuestiones, entre las que habrían de incluirse las proyecciones de consumo eléctrico, los impactos en los precios (incluida su volatilidad), las emisiones, las necesidades de materiales críticos para la construcción de instalaciones alternativas, los costes de almacenamiento o la gestión de las redes, entre otros. El autor sugiere que sería recomendable que estos estudios prospectivos fuesen realizados por alguna institución no directamente dependiente del Gobierno a título consultivo. Asimismo, indica la necesidad de encauzar un diálogo transparente con las distintas partes involucradas y la posibilidad de explorar alternativas regulatorias ya utilizadas en otros países, como el establecimiento de contratos por diferencias.
Adicionalmente, más allá de la discusión sobre la continuidad o no de la operativa de las centrales, en el trabajo se profundiza en la mejora de la regulación en un contexto de creciente integración de energías renovables. A este respecto, se señalan dos cuestiones principales. Por un lado, se indica que este régimen de funcionamiento “en base” coincide en estos últimos años con un aumento sustancial de la capacidad de generación renovable, lo que dificulta la integración de toda la energía disponible en momentos de alta generación renovable. En esos periodos, con bajos precios de mercado, los reactores nucleares españoles pueden reducir su generación, hasta típicamente el 60-70% de su carga. Sin embargo, actualmente solo pueden hacerlo en un porcentaje reducido de las horas del año debido a que necesitan gastar una proporción muy alta del material físil en los elementos de combustible antes de que este sea extraído en su correspondiente recarga, con el añadido de que los ciclos de recarga hasta ahora no se modifican en función de si la central ha estado reduciendo o no su generación.
Por otro lado, el autor enfatiza que el motivo fundamental de reducción de la generación no parece residir, como a veces se señala, en ‘dejar hueco a las renovables’, sino en la reducción de las tasas a pagar. A ese respecto, señala que la generación nuclear soporta actualmente elevadas tasas e impuestos variables, de más de 20 €/MWh. El hecho de que esas tasas estén diseñadas en términos de generación horaria implica que periodos de tiempo prolongados con precios inferiores a esos niveles conllevan frecuentemente reducciones de la producción nuclear, con varias consecuencias negativas. En primer lugar, esa menor generación nuclear no disminuirá ni el futuro coste de desmantelamiento ni la cantidad de combustible nuclear gastado a gestionar puesto que, actualmente, no se retrasan las recargas. En segundo lugar, repercute en una menor dotación de los fondos disponibles para hacer frente a unos costes futuros similares, bien pudiendo hacer insuficiente la dotación de fondos o bien haciendo necesario que los reactores funcionaran más tiempo para obtener una misma recaudación. En tercer lugar, esta situación repercute en un mayor coste de generación para el conjunto del sistema eléctrico, pues no hay ahorro de costes en la generación nuclear mientras que la generación renovable que la sustituye (sobre todo la eólica) sí incorpora costes de operación y mantenimiento. El autor señala que la distorsión causada por este incorrecto diseño de las tasas será más intensa en el futuro, en un contexto con mayor presencia de periodos con precios cero o negativos.
El trabajo concluye con un análisis de las prospectivas tecnológicas en el ámbito de la energía nuclear, como la cuarta generación de reactores nucleares o los pequeños reactores modulares. A ese respecto, señala el intenso proceso de innovación tecnológica dirigido, entre otros aspectos, a la mejora de la seguridad, al mejor aprovechamiento o el uso de nuevos combustibles, que pueden disminuir radicalmente los problemas de dependencia, a la reducción drástica de la presencia de residuos de alta actividad o a las reducciones de los costes de construcción a través de la estandarización y modularidad. Estos avances se están produciendo con el apoyo de distintas iniciativas e instituciones internacionales. En ese sentido, el autor recuerda el apoyo recibido en muchos países y por parte de analistas e informes, incluyendo el reciente Informe Draghi, a la extensión de la operación y de los reactores existentes e incluso a la construcción de otros nuevos, especialmente ante las necesidades de descarbonizar y de electrificar el consumo de energía mundial que hoy no es electricidad.