La importancia de los dibujos que configuran este conjunto, fechados en un amplio marco cronológico de la vida del pintor, y cuya obra gráfica estaba prácticamente ausente de las colecciones del Prado, permiten recorrer la trayectoria completa como dibujante de Emilio Sánchez Perrier, continuador de los postulados del paisajismo naturalista desarrollado por la Escuela de Barbizón y de la pintura luminosa y detallista de artistas como Martín Rico y Mariano Fortuny.
Emilio Sánchez Perrier (1855-1907) fue uno de los pintores españoles de paisaje más destacados de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Desarrolló su actividad profesional entre su Sevilla natal y París y sus pinturas fueron apreciadas especialmente por su realismo, luminosidad y precisión técnica.
Los dibujos reunidos en esta exposición, comisariada por Gloria Solache, Técnico del Gabinete de Dibujos y Estampas del Museo Nacional del Prado, fueron realizados por el artista durante sus viajes por España, Francia, Italia y el norte de África y plasman escenarios naturales, rurales y urbanos. En ellos se pueden distinguir rasgos definitorios de su estilo: la perfecta identificación de los elementos de la naturaleza, las arquitecturas, las figuras y los objetos representados; el empleo de esquemas compositivos con perspectivas profundas, o su especial habilidad para captar los efectos lumínicos de los diferentes momentos del día y estaciones del año.
La colaboración entre la Fundación Tatiana y el Museo Nacional del Prado se remonta a 2019, año en el que la Fundación adquirió una colección de ciento noventa y dos dibujos de Sánchez Perrier que estaba en el mercado para donarla al Museo en un excelente ejemplo de mecenazgo. Esa colaboración se vio refrendada poco después con la firma de un convenio en el que, además de la difusión y exhibición de la colección de dibujos, se acordó el estudio, la restauración y la exposición en el Prado de los dos bocetos de Goya para la Predicación de san Bernardino de Siena, propiedad de la Fundación.
Esta exposición se presentará en otoño de 2023 en la sede cacereña de la Fundación Tatiana, en el Palacio de los Golfines de Abajo.
Emilio Sánchez Perrier (1855-1907) fue uno de los pintores españoles de paisaje más destacados de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Desarrolló su actividad profesional entre su Sevilla natal y París, en cuyo Salon expuso regularmente desde 1880. Sus pinturas fueron apreciadas especialmente por su realismo, luminosidad y precisión técnica, en la línea de Martín Rico. Gracias a todo ello gozó de gran éxito internacional, principalmente entre la burguesía norteamericana.
Los dibujos aquí reunidos son fiel reflejo de su estilo y un valioso testimonio de su práctica artística y del proceso creativo de sus pinturas. Realizados durante sus viajes por España, Francia, Italia y el norte de África, plasman escenarios naturales, rurales y urbanos con una extraordinaria precisión, poniendo especial cuidado en captar la luz y la atmósfera.
Esta exposición presenta una selección de 69 de los 192 dibujos que han sido donados al Prado por la Fundación Tatiana, y ofrece un recorrido completo por la faceta de dibujante del artista, desde los ejemplos más tempranos, fruto de su periodo de formación sevillano y sus primeros viajes por la geografía española como pintor al aire libre, hasta los últimos, en los que consigue crear verdaderos efectos pictóricos sobre el papel. Junto a ellos se muestran las tres pinturas y el dibujo del artista que ya conservaba el Museo del Prado en su colección.
La primera obra de Emilio Sánchez Perrier ingresó en el Museo del Prado en 1890, cuando el Estado, de acuerdo con su política de adquisición de las obras premiadas en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, compró directamente al pintor el lienzo Febrero, que aquel año obtuvo una medalla de segunda clase. En 1908 Pedro Ruiz Prieto (1858-1945), médico sevillano y amigo del artista, donó al museo el dibujo Vista del castillo de Alcalá de Guadaíra y las pinturas sobre tabla Vista de Venecia y Paisaje de Gisors. El retrato del médico que hiciera Sánchez Perrier, procedente de la colección de dibujos donada en 2019 por la Fundación Tatiana, así como las dedicatorias que figuran en dos de esas obras, demuestran la cercanía existente entre ambos. Es probable que Ruiz Prieto tratara la tuberculosis que desde 1896 padecía el artista, que terminó provocando su fallecimiento en 1907 en Alhama de Granada.
Sánchez Perrier había sido alumno de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla desde finales de la década de 1860. Su incorporación al mundo artístico le permitió entrar en contacto con importantes paisajistas que entonces visitaban la capital hispalense, entre ellos Martín Rico y Mariano Fortuny, determinantes en los inicios de su trayectoria.
La búsqueda de entornos naturales en los que pintar al aire libre le llevó a trasladarse a pequeñas poblaciones rurales alejadas del mundo urbano. Trabajó principalmente en las localidades sevillanas de Alcalá de Guadaíra, Cazalla de la Sierra y Guillena, así como en otras de Cádiz y Granada, en esta última atraído por su arquitectura monumental. Entre 1878 y 1879 recorrió Zaragoza, La Coruña y Pontevedra.
Gran parte de los dibujos expuestos fueron realizados en cuadernos de viaje que, tras la muerte del artista, se separaron de sus encuadernaciones originales y se dispersaron, lo que ha dificultado su estudio y el que se pueda determinar con exactitud la localización geográfica y la datación de algunos de ellos.
En la segunda mitad del siglo XIX París se convirtió en la capital europea de la modernidad artística. Sánchez Perrier participó desde 1880 en las exposiciones anuales del Salon parisino, donde obtuvo el favor de la crítica. El realismo y la luminosidad característicos de sus obras llamaron la atención de los marchantes internacionales, que pronto le abrieron las puertas del mercado norteamericano, en el que llegó a alcanzar un éxito notable.
En París coincidió con otros pintores de su círculo sevillano que entonces residían en la ciudad, principalmente los hermanos Jiménez Aranda (José y Luis), que le facilitaron su estancia. Pintó en localidades próximas a la capital, como Barbizon, Pontoise, Poissy o Fontainebleau, y en regiones del norte del país, en Bretaña, Normandía y Picardía. Compartió estos escenarios con los pintores renovadores del arte europeo, entre los que se encontraban los impresionistas, pero Sánchez Perrier no modificó su estilo detallista. Los elementos representados en sus obras son plenamente identificables, y muestran su preferencia por los paisajes fluviales llenos de serenidad y reflejos en el agua.
Sánchez Perrier visitó Venecia y Tánger en los meses de invierno de 1884 y 1887. La belleza de ambas ciudades, sus calles y canales, la arquitectura monumental y las tradiciones de sus habitantes atraían a los paisajistas, que acudían a ellas buscando dar respuesta a una rica clientela internacional que demandaba pinturas de temática veneciana y orientalista.
Algunos de los dibujos de Venecia fueron realizados como cabeceras de cartas dirigidas por el artista a su hermano en las que le contaba el trabajo que allí realizaba. En la última, escrita en abril de 1885, le anuncia que pronto dejará la ciudad con «no sé cuántos cuadros, pero muchos ni siquiera concluidos. En todos trabajaré cuando llegue a París».
Los dibujos de Tánger recogen escenas callejeras de la medina y la Gran Mezquita, grupos de marroquíes en la playa y personajes con turbantes en diferentes actitudes. Durante su estancia, el artista confeccionó un completo repertorio de dibujos del natural, algunos de los cuales emplearía después en sus pinturas.