La corona checa superó a sus homólogas el año pasado, registrando una pequeña ganancia frente al euro (+3%). A continuación se situó el leu rumano (+0,1%), que logró terminar el año ligeramente más fuerte a pesar de la debilidad de los fundamentos del país. El zloty polaco cerró 2022 a la baja (-2%), al igual que el florín húngaro (-7,7%), que sufrió pérdidas considerables. En nuestra opinión, estos resultados dispares pueden atribuirse en gran medida a las diferencias en los fundamentos macroeconómicos, las medidas de los bancos centrales, los acontecimientos políticos y la sensibilidad al riesgo.
La guerra ha continuado en Ucrania y no se espera que acabe pronto, aunque las divisas de los países de Europa Central y Oriental se han visto poco afectadas por las noticias bélicas de los últimos meses. Parece que los mercados se han ido acostumbrando al conflicto en curso, y concretamente el de divisas se ha vuelto algo insensible a los acontecimientos en Ucrania (de hecho se han visto pocos cambios significativos en ese frente). Además, la capacidad de Rusia para influir en las economías europeas ha desaparecido en gran medida, ya que el desacoplamiento del suministro energético deja poco margen para el chantaje.
Creemos que las monedas que cubrimos en este informe se han deshecho en gran medida de la prima de riesgo asociada a la invasión rusa de Ucrania. Dicho esto, las consecuencias de la guerra, incluidos los cambios en el mercado energético, han tenido un impacto significativo en las economías de la región, ya que han exacerbado los desequilibrios externos, disparado la inflación y lastrado las perspectivas de crecimiento. Los déficits por cuenta corriente han aumentado, acompañados de déficits fiscales.
A pesar de las dificultades, los datos económicos de la región se mantuvieron bastante bien durante la mayor parte del año pasado, con la excepción de República Checa, donde la economía es ahora más pequeña en términos reales que antes de la pandemia. La guerra en Ucrania, los elevados precios de la energía, la altísima inflación y el agresivo endurecimiento de la política monetaria siguen pasando factura a las economías de la región y deberían limitar el margen de crecimiento en 2023. Los indicadores de actividad económica apuntan a una desaceleración continuada este año, especialmente en el primer semestre de 2023, aunque la recesión no es nuestro escenario base. Nos han animado tanto las recientes mejoras de las perspectivas mundiales como la resistencia de los datos económicos en Europa. Además, pensamos que la solidez de los mercados laborales (que siguen siendo un punto fuerte en la región) debería limitar el alcance de la desaceleración.
Los países de Europa Central y Oriental experimentaron en 2022 niveles de inflación no observados en décadas. En Hungría la inflación alcanzó el nivel más alto de la UE, y los cuatro países analizados en este informe han alcanzado niveles inaceptablemente altos de dos dígitos. Esto puede atribuirse en gran medida al impacto de la reapertura mundial tras la pandemia y a la guerra en Ucrania, que ha hecho subir los precios de las materias primas. Las autoridades monetarias han respondido con agresividad, subiendo rápidamente los tipos de interés y utilizando otras herramientas para anclar las expectativas de inflación. Los gobiernos también han intervenido, centrándose en mitigar los efectos del encarecimiento de la energía para los consumidores.
De cara al futuro, creemos que los bancos centrales pasarán de tener la elevada inflación en su punto de mira a centrarse en la ralentización del crecimiento. Creemos que los de la región ya han completado sus ciclos de subidas, y ahora pondrán sus ojos en el calendario de los recortes de tipos. En nuestra opinión, es probable que el Banco Nacional Húngaro inicie este proceso en el primer semestre del año, seguido del Banco Nacional Checo en el tercer trimestre. Los bancos centrales de Polonia y Rumanía parecen dispuestos a esperar hasta 2024 antes de bajar los tipos, aunque no podemos descartar por completo una relajación de la política monetaria en estos países a finales de 2023.
Recientemente hemos elevado nuestras previsiones para varias divisas de mercados emergentes ante la mejora de las perspectivas económicas, apoyada por la bajada de los precios de la energía y la reapertura de China. También revisamos al alza nuestras previsiones para la corona checa, el florín húngaro y el leu rumano con respecto a nuestra última evaluación. En el caso de República Checa nos ha animado la reciente actitud agresiva del Banco Nacional Checo, y en Hungría los esfuerzos en el frente fiscal y una cierta normalización de las relaciones con la UE son señales alcistas para el florín.
En cuanto a los riesgos para nuestras previsiones, una reversión demasiado entusiasta de las subidas de tipos o una falta de apetito para mantener bajo control el gasto fiscal podrían lastrar las monedas de los países de Europa Central y Oriental en 2023. En el caso de Hungría y Polonia, también existen riesgos políticos no desdeñables, sobre todo en lo que respecta a las relaciones con la UE. El grado de desequilibrios macroeconómicos es preocupante, especialmente en Hungría y Rumanía. En cuanto a los factores externos, la política monetaria de la Reserva Federal, el alcance de la desaceleración de la actividad mundial y el sentimiento general de riesgo serán probablemente claves. Además, la situación energética en Europa y la guerra en Ucrania podrían afectar al sentimiento, aunque en menor medida que en 2022.