Lo que supone un recorte de cinco unidades respecto a los niveles previos a la pandemia. Tal bajada prácticamente duplica el descenso de la productividad que experimentaron los países de la moneda única. En ese intervalo de tiempo vieron caer este indicador 2,7 unidades, desde el 106,5% al 103,8%. «La productividad laboral por hora trabajada continúa por debajo de los niveles prepandémicos, y la diferencia con la media de la UE ha aumentado considerablemente», indicaba la Comisión Europea en su análisis de junio. Los bajos niveles de inversión, la falta de innovación, la escasa transferencia de conocimiento de la academia a la industria y la fragmentación del mercado nacional son parte de las causas que justifican, a ojos de Bruselas, tal coyuntura.
Aunque también apunta a una regulación demasiado estricta, las dificultades para que las pymes accedan a capital o deficiencias en el sistema judicial. La Comisión Europea explicaba en su análisis que parte de la baja productividad de la economía española radica, en parte, en la dificultad de las pequeñas y medianas empresas para escalar su negocio. Otras piedras en el camino apuntan, en consecuencia, a una escasez en innovación a nivel empresarial, limitaciones a la hora de exportar a otros mercados, implementar nuevas tecnologías o contratar personal cualificado.
El análisis del Ejecutivo comunitario muestra que el sector textil, minero, energético y de las comunicaciones han registrado un repunte en la productividad laboral que supera niveles del 3%. En otros sectores, entre los que menciona el suministro de agua, la construcción, el transporte o los servicios de alojamiento y alimentación, el crecimiento medio anual es negativo. De hecho, Bruselas considera «preocupantes» los malos datos del sector transporte y de alojamiento. Su descenso de la productividad se acerca al 2% y se trata de áreas con un gran peso en la economía.
La crisis financiera de 2008 ha sido punto de partida para la caída de la productividad en España que se prolonga hasta hoy. En 2009 toca máximos de 105,7 puntos para iniciar una senda en picado. Una tendencia que se replica a nivel de la eurozona aunque con una disminución menor, tomando como base 100 el nivel propio de la Unión Europea en la que se contabilizan 27 países. La coyuntura no es menor pues la falta de competitividad se articula como uno de los puntos débiles de la UE frente a potencias como Estados Unidos o China. También a la hora de atraer inversiones o empresas, así como talento.
La situación adquiere especial importancia en un momento de profundos cambios en las relaciones geopolíticas. La competitividad industrial emerge como uno de los pilares del próximo ciclo legislativo comunitario y la UE deberá reforzar su estrategia para no perder la carrera frente a otros gigantes. Atraer y retener la inversión es clave pero, más allá de ello, se trata de traer de nuevo a terreno comunitario la producción empresarial y hacerla lo suficientemente competitiva como para que tales industrias puedan desarrollarse emplazadas en suelo comunitario al tiempo que compiten globalmente.
Por eso Bruselas apunta a la necesidad de mejorar de la dinámica empresarial para mejorar la productividad. Los bajos niveles de creación y desaparición de empresas y su tamaño inferior al de la media comunitaria va en detrimento de la productividad global. La Comisión Europea, en línea con las recomendaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) sugieren a España una revisión de la regulación por tamaños de compañías.
«Subsanar las deficiencias existentes en calidad de la legislación y la eficiencia judicial también reduciría las distorsiones económicas», sugiere el Ejecutivo comunitario. Avisa, así, de que el plazo en el que se resuelven litigios civiles y mercantiles y la falta de renovación del Consejo General del Poder Judicial) provoca cuellos de botella.
La inversión en investigación y desarrollo es otra de las sugerencias de la Comisión Europea para impulsar la productividad. Con niveles del 1,4% del PIB en 2022, la intensidad de I+D de España se ha estancado en comparación con 2021 y se mantiene muy por debajo de la media de la UE, del 2,2%. Unas cifras que responden al bajo gasto privado en I+D, del 0,8% del PIB, frente al 1,5% de la media de la UE.