Son la panadería del barrio, la clínica dental de confianza, el taller que da oportunidades a jóvenes en formación, la empresa familiar que ha resistido tres crisis en veinte años. Son empleo, son esfuerzo y, sobre todo, son territorio: porque las pymes vertebran el país, sostienen el consumo local y crean comunidad.
En la Comunidad de Madrid, el 99,7% de las 503.000 empresas madrileñas son pymes, según los últimos datos del Directorio Central de Empresas (DIRCE), y dan empleo directo a más de 2 millones de personas en la Comunidad de Madrid, el 76% del empleo total. Desde el punto de vista económico, su contribución es clave. Las pymes madrileñas representan más del 62% del Valor Añadido Bruto (VAB) del sector privado regional. Y a nivel fiscal, son responsables de una parte muy significativa de la recaudación tributaria: cotizaciones sociales, impuestos sobre sociedades, IRPF, IVA… Todo ello, pese a no contar con estructuras internas complejas ni departamentos legales o fiscales como las grandes corporaciones.
Sin embargo, ese reconocimiento social y estadístico no siempre se traduce en un entorno normativo favorable. Muy al contrario, a pesar de los avances en la Comunidad de Madrid por simplificar la burocracia y reducir la hiperregulación, las pymes viven hoy una tormenta perfecta: incertidumbre regulatoria, costes crecientes, rigideces laborales, inflación normativa y una percepción generalizada de que el BOE no escucha a quien de verdad genera riqueza a pie de calle.
Uno de los principales nubarrones es la posible reducción de la jornada laboral por ley sin reducción salarial. Si bien el debate sobre la productividad y la conciliación es necesario, imponerlo de forma unilateral y sin atender a la realidad de cada sector puede ser letal para miles de negocios que ya operan con márgenes mínimos. No se puede confundir innovación laboral con voluntarismo regulatorio. Las reformas deben construirse con las empresas, no contra ellas.
A ello se suma la hiperregulación. Vivimos una inflación normativa asfixiante. La pyme pasa más tiempo adaptándose a nuevas leyes que generando valor. Desde la entrada en vigor de un reglamento hasta la publicación de instrucciones técnicas, desde los requisitos medioambientales hasta las obligaciones digitales… la lista es interminable. Y lo que es más preocupante: muchas veces contradictoria o innecesariamente compleja. La regulación debe ser clara, estable y proporcionada, no un campo de minas para quien quiere emprender o crecer. Los esfuerzos del Gobierno de la Comunidad de Madrid por contrarrestar esa regulación y burocracia excesiva se ven frustrados por la aparición constante de nuevas normas comunitarias o estatales.
Otro factor que ha tensionado los márgenes de las pymes en los últimos años ha sido el encadenamiento de subidas del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que ha aumentado un 61% desde 2018. Esta evolución, aunque positiva desde el punto de vista de la renta del trabajo, ha supuesto un esfuerzo sostenido y muy exigente para miles de pequeñas empresas con escasa capacidad de absorción de costes. En muchos casos, no ha venido acompañada de medidas compensatorias ni de una flexibilización del entorno laboral que permitiera acompasar esta evolución con la realidad sectorial y territorial.
A todo ello se suma la inseguridad jurídica. Las reglas del juego cambian constantemente y, en ocasiones, con retroactividad. La pyme necesita previsibilidad para invertir, contratar, innovar. No puede tomar decisiones estratégicas si vive al día, pendiente del próximo decreto.
La presión fiscal tampoco ayuda. No se trata solo del tipo impositivo, sino también de la carga administrativa que conlleva cumplir con todas las obligaciones. Para una gran empresa puede ser un trámite más. Para una pyme, puede suponer prescindir de un trabajador o renunciar a un nuevo proyecto.
Pero además, esa presión fiscal, el aumento de las cotizaciones sociales, los costes laborales y la subida de costes de todo tipo en general, la pyme no puede repercutirlos en los precios porque el mercado no lo permite, y eso va estrechando de manera progresiva los márgenes, asfixiándolas y poniendo en peligro su empleo y su continuidad.
Desde la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Madrid creemos que es hora de una verdadera política de Estado para las pymes. Necesitamos una legislación que incentive, no que penalice; que reconozca la diversidad de nuestras empresas y les dé margen para adaptarse; que apueste por la formación, la digitalización, la internacionalización y el relevo generacional; y, sobre todo, que sitúe a la pyme en el centro del diseño normativo.
No se trata de privilegios. Solo de sentido común, estabilidad y diálogo. Las pymes han demostrado ser resilientes. Han resistido una pandemia, una crisis inflacionaria, la ruptura de la cadena de suministros, catástrofes naturales como Filomena, una crisis energética y un entorno económico incierto. Pero la resiliencia no puede ser una excusa para sobrecargarlas. Si no cuidamos a quienes sostienen el empleo y el dinamismo local, no habrá recuperación duradera ni crecimiento inclusivo.
Desde la Cámara de Comercio de Madrid tenemos la oportunidad y la responsabilidad de acompañarlas, apoyarlas y facilitar su crecimiento en un entorno cada vez más complejo. Porque las pymes madrileñas no solo crean empleo: generan cohesión territorial, dinamizan el consumo y contribuyen decisivamente al bienestar colectivo.
En un contexto marcado por los cambios normativos, los nuevos requerimientos digitales, la necesidad de atraer talento y las exigencias de sostenibilidad, muchas pequeñas y medianas empresas sienten incertidumbre. La adaptación no siempre es sencilla cuando los recursos son limitados y la gestión diaria absorbe casi toda la energía disponible.
Por eso, desde la Cámara queremos reforzar nuestro papel como aliado estratégico de las pymes. Lo hacemos a través de programas de formación para mejorar la competitividad, asesoramiento jurídico y financiero, ayudas a la digitalización, impulso al emprendimiento, apoyo a la internacionalización, acciones para favorecer la innovación, o mediante la mediación y el arbitraje. Pero también, y muy especialmente, queremos ser un mecanismo útil de interlocución con las administraciones públicas, canalizando la realidad de las empresas con rigor, sin alarmismo, y con propuestas concretas.
Es cierto que el entorno normativo exige hoy a las pymes un esfuerzo notable. La gestión del cambio, la adaptación a los marcos regulatorios, el cumplimiento de obligaciones laborales o fiscales, y la transición digital son desafíos reales. La Cámara no es ajena a esa realidad. Pero creemos firmemente que algunos de estos desafíos también pueden ser oportunidades si van acompañados del acompañamiento adecuado y de políticas públicas que tengan en cuenta la diversidad y las particularidades del tejido empresarial.
En ese sentido, el diálogo público-privado es más importante que nunca. La experiencia de las pymes debe tener un papel activo en la construcción del marco normativo. Las decisiones regulatorias deben sustentarse en un conocimiento directo de la realidad empresarial. Y ahí la Cámara puede y debe desempeñar un papel de puente, de escucha activa y de transmisión de necesidades.
La Comunidad de Madrid ha demostrado ser un entorno empresarial dinámico, abierto e innovador. Pero si queremos consolidar ese liderazgo económico, debemos mirar al corazón de nuestras empresas: a las pymes. Apostar por ellas no es solo una política económica inteligente, es una estrategia de futuro.
Desde la Cámara de Comercio de Madrid seguiremos trabajando con firmeza para que cada pyme madrileña —independientemente de su tamaño, sector o ubicación— sienta que no está sola. Que tiene a su lado una institución útil, cercana y comprometida. Porque el futuro económico de Madrid se construye empresa a empresa, barrio a barrio, cliente a cliente.
El futuro económico de Madrid y de España se juega en nuestras pequeñas y medianas empresas. Escuchémoslas. Apoyémoslas. Y construyamos con ellas un país donde emprender y crecer no sea un acto de heroicidad, sino de esperanza y de futuro.