En concreto, esta pionera planta, la primera de la Península Ibérica dedicada en exclusiva a la producción biocombustibles a gran escala y puesta en marcha en abril de este año, ha supuesto ya la ejecución de la mitad de esas inversiones, con 250 millones de euros, generando 1.000 puestos de trabajo en sus diferentes fases.
Además, Repsol prevé la puesta en marcha de una segunda planta de combustibles renovables en 2026 en Puertollano, donde está previsto invertir 120 millones de euros en reconvertir una de las unidades del complejo industrial, con el objetivo de replicar este modelo en un tercer centro industrial en España antes de 2030.
Asimismo, en Bilbao, construirá, con Saudí Aramco como aliado, la primera planta de demostración industrial de combustibles sintéticos de la Península.
Estos 500 millones de euros de inversión corresponden así a los proyectos ya aprobados por la empresa, pero Repsol tiene «muchos más en cartera en estudio», según indicó la directora de Combustibles Renovables del grupo, Cabello, en un encuentro con la prensa. Y es que la compañía aspira a producir entre 1,5 y 1,7 millones de toneladas en 2027 y entre 2,4-2,7 millones de toneladas anuales en 2030 en la Península Ibérica y en Estados Unidos, incluyendo hidrógeno renovable y biometano. Para ello, el grupo cuenta con una cartera de proyectos en España en los que trabaja, aunque no tomará una decisión final de inversión hasta contar con las garantías necesarias respecto a la evolución del marco regulatorio y fiscal en el país, entre ellos la prolongación o no del impuesto extraordinaria a energéticas y banca que se adoptó para hacer frente a la crisis por la guerra de Ucrania.
De esta manera, el plan estratégico de Repsol para el periodo 2024-2027) contempla inversiones de hasta 6.800 millones de euros en los negocios industriales de la compañía, condicionados a esa evolución del marco regulatorio y fiscal en España, de los cuales un 44% están destinados exclusivamente a proyectos bajos en carbono como combustibles renovables, biometano, hidrógeno renovable y gasificación de residuos, entre otros.
Actualmente la planta de Cartagena -con una capacidad para producir 250.000 toneladas anuales de estos combustible- se surte de residuos orgánicos procedentes del mercado nacional y solamente se acudiría a otros mercados, como el asiático, si no existiera suficiente, indicó Mestre. Así, el objetivo de Repsol es consolidar el papel de este diésel renovable y combustibles sostenibles de aviación (SAF, por sus siglas en inglés) en sectores donde la vía de la electrificación es menos viable, como la aviación, marítimo o transporte pesado (autobuses o camiones), pero también en los automóviles, aprovechando su amplia red de infraestructuras de repostaje.
No obstante, Repsol pide también la existencia de «incentivos fiscales» para estos biocombustibles, ya que ayudarían a su implementación más rápida. «No está igualada la de la electricidad a los combustibles renovables», consideraron los directivos, que mostraron su confianza en que Europa «está en camino de darse cuenta» del papel que pueden jugar otras vías para la descarbonización.
Para el impulso definitivo de estos biocombustibles, Repsol ya se encarga de su suministro a día de hoy en más de 500 de sus estaciones de servicio en la Península Ibérica, con el objetivo de alcanzar las 600 a finales de 2024 y las 1.500 en 2025.