Durante su intervención, Sánchez ha reconocido que la ofensiva continuará: «Mi mujer y yo sabemos que esta campaña de descrédito no parará. Podemos con ella», ha señalado, y ha intentado hacer pedagogía sobre el juego limpio en política. «Esto nada tiene que ver con el legítimo debate entre opciones políticas. Tiene que ver con las reglas del juego. Si consentimos que los bulos deliberados dirijan el debate político, si obligamos a las víctimas de esas mentiras a tener que demostrar su inocencia en contra de la regla más elemental de nuestro estado de derecho, si permitimos que se vuelva a relegar el papel de la mujer al ámbito doméstico, teniendo que sacrificar su carrera profesional en beneficio de la de su marido, si, en definitiva permitimos que la sinrazón se convierta en rutina; la consecuencia será que habremos hecho un daño irreparable a nuestra democracia».
En su intervención, Sánchez deja muchas incógnitas, pues se ha comprometido a «trabajar sin descanso, con firmeza y con serenidad por la regeneración pendiente de nuestra democracia y por el avance y la consolidación de derechos y libertades». Sin especificar, sin embargo, qué va a suponer este «punto y aparte» ni cómo se va a vehicular la movilización de la «mayoría social para poner freno a la política de la vergüenza». El presidente ha buscado la victimización, asegurando que «por muy alto que sea, no hay honor que justifique el sufrimiento injusto de las personas que uno más quiere y respeta y ver cómo se intenta destruir su dignidad sin el más mínimo fundamento». «Exigir resistencia incondicional a los líderes objeto de esa estrategia es poner el foco en las víctimas y no en los agresores. Y confundir libertad de expresión con libertad de difamación es una perversión democrática de desastrosas consecuencias», ha explicado.