El pacto de socios entre las partes permitía al banco contar con un derecho de tanteo frente a los fondos de inversión, en caso de que estos quisieran deshacerse de títulos. Este año 2023 era el primero en el que se liberaba el bloqueo y se podía plantear una potencial salida a bolsa. Como queda reflejado en documentos oficiales de Ebury presentados en Reino Unido, donde está la sede del holding, la entidad financiera española adquirió acciones procedentes de la ronda ‘Series A’ de accionistas existentes. En concreto, estas adquisiciones coloca su posición en el 66,91% del total al cierre y firma de los estados financieros, que se produjo a comienzos de este mes de febrero. De lo que no queda constancia es del precio al que se finiquitaron estas transacciones, aunque es habitual que en estos casos se haga con algún tipo de descuento. Desde el banco no han querido hacer comentarios.
A los más 400 millones de euros que se pusieron sobre la mesa para hacerse con el 50,1% de los títulos se sumaron, según queda constancia en los mismos documentos, dos inyecciones de capital del banco de 23,7 y 60 millones de libras (93 millones de euros al cambio actual) en agosto de 2021 y abril de 2022 y una de otros inversores de 11,3 millones de libras. Esta inversión de compra de acciones para llegar al 67% actual se hizo como complemento a este dinero.
La entidad irrumpió en la fintech en el año 2019 y se hizo con un 50,1% de los títulos, según estos mismos documentos. A cierre de abril de 2022, que es cuando acabó el último ejercicio fiscal de la plataforma de intercambio de divisas, la participación es situaba en el 54,5%. La compra en secundario de acciones posterior a esta última que ahora se desvela ha permitido hacer líquida la posición a socios anteriores de la compañía. Entre ellos despuntaban dos fondos de capital riesgo relevantes, los británicos 83North y Vitruvian Partners, además del equipo fundador. El primero entró en el año 2014 y el segundo lo hizo en 2015.
Este movimiento se produce justo antes de que se desbloquearan formalmente los títulos de los principales accionistas, según quedó plasmado en el pacto de socios que se firmó entre Santander y los socios en 2019. Fue ahí cuando se pactó la entrada del banco -aunque se cerró formalmente en abril de 2020-. Ambas partes se daban tres años para poder llevar a cabo una potencial salida a bolsa, que era la opción prioritaria. Hoy las valoraciones de las ‘fintech’ cotizadas se han recortado de manera relevante en pleno ajuste. Más allá de las acciones, Santander también ha incrementado su apuesta en el lado de la deuda.
En julio de 2020, cuando firmó definitivamente su entrada, llegó a un acuerdo con la startup para aportar una línea de crédito revolving (RCF) de 250 millones de euros. Con ello repagaron deudas previas y contaron con fondos para invertir y para ‘working capital’. Dos años después, en el verano pasado, se suscribió un nuevo contrato de refinanciación de esa primera línea con otra de 350 millones de euros en tres tramos -uno a tres años de 225 millones y otro a un año renovable de 125 millones-.
Todo este respaldo financiero busca mantener el crecimiento y también cubrir las pérdidas acumuladas. En el ejercicio 2022, que acabó en abril, los números rojos fueron de 34 millones de libras, frente a los más de 58 millones de un año antes. Los ingresos alcanzaron los 109 millones de libras, con un crecimiento muy ligero respecto al año anterior. Estas son las cifras basadas en las normas de contabilidad internacional (IFRS). Sin embargo, si se eliminan ciertos efectos por el ‘timing’ para reconocer cierto volumen de negocio, la facturación habría crecido un 34% hasta rozar los 150 millones.