De hecho, las declaraciones y manifestaciones de los encargados de desbrozar el camino para negociar una salida posible son tan descorazonadores que sino fuese por la ola de calor y la diáspora casi total de los españoles hacia las costas en busca de una playa reparadora y de un olvidarse de la incertidumbre y el desasosiego el panorama serio terrorífico.
Todo ello solo prueba la vaciedad intelectual de nuestra clase política, que ni tiene clase, no sabe de política, aunque si se defiende destrozando el sistema que la sostiene del que cada vez quedan menos palos que lo sostengan y como se caiga, ya veremos por donde salimos, porque el atolladero será mayúsculo. Los ejemplos están ahí mismo y no hay mas que ver la paralización de la industria o el campo para darse cuenta de que en cuanto algo depende de la política entra en crisis y se muere de inanición. Y eso sin nombrar la actividad legislativa o el devenir de la Justicia que entonces uno entra en la mas pura depresión y decide retirarse a un convento budista a miles de kilómetros de distancia para no sufrir viendo lo que pasa son un país que lo podía ser todo y que terminara el último de la cola a expensas de lo que hagan y decidan el resto de países europeos y confiando, además, que así sea porque esa es la última esperanza para muchos ciudadanos.
Sin embargo, si uno se limita a contemplar el panorama no parece que los dirigentes, responsables de todo esto estén preocupados, ellos solo ven las cosas con el cortoplacismo de su problema de hoy y poco mas, así que mientras no se desatasque el embrollo generado por ellos mismos con su cicatería el reloj seguirá andando lentamente y con una cadencia cada vez mas peligrosa por el deterioro que no resolver los problemas genera por si misma,