En su último número, el semanario británico publica un artículo titulado ‘¿Por qué los gobiernos deberían dejar de subir el salario mínimo?’, que lo acompaña con un gráfico con la evolución de estas retribuciones en Corea del Sur, Polonia, Reino Unido y España, que se mueven en una horquilla entre el 50% y el 60% del salario mediano de esos países.
Para ‘The Economist’, hay evidencias en los últimos años de que el alza del salario mínimo acarrea desaceleración en la generación de empleo, así como degradación de los puestos de trabajo existentes, con derivadas como el aumento de accidentes laborales o recortes de seguro médico. Señala que cada vez más estudios recogen que el aumento de los salarios mínimos distorsionan la economía y sus efectos sobre el recorte de empleos tardan en verse.
La revista cuestiona la idoneidad de que gobiernos como Reino Unido, Alemania o el nuevo alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, se hayan decantado por elevar este salario, que tacha de “herramienta burda e ineficiente de redistribución”. “Los políticos deben ser precavidos con estos efectos. Si bien, subir el salario mínimo siempre tiene buena acogida en las encuestas, los electores de todo el mundo también están indignados por el aumento de los precios y la crisis de asequibilidad», señala la revista. Advierte de que existe «el riesgo de un círculo vicioso» en el que los mayores costes para las empresas se trasladen a los consumidores, encareciendo más la vida e «incluso para los mismos trabajadores a los que los gobiernos intentan ayudar”.
‘The Economist’ mantiene que “hay mejores maneras de ayudar a las personas con bajos ingresos”, como los créditos fiscales al trabajador, que promueven el crecimiento y son menos perjudiciales para la economía.
“Puede que carezcan del atractivo de los salarios mínimos, cuyos costes están bien ocultos. Pero tras una década de aumentos agresivos, la opción responsable no es seguir subiendo. Es detenerlos”, concluye el texto.
