Pues, depende con quien se hable, las opiniones sobre el curioso estado mental de nuestro presidente recuerdan un poco a la situación de aquellos barcos que el contrario te hundía sin piedad y terminaba por ganarte la partida.
Y es que la situación del líder socialista no es la mejor que se le recuerda. En toda esta semana no ha dicho una sola palabra desde que, el lunes, el audio de Leire Díez sacudió la política nacional. Ese día tuvo un acto en el Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas y calló. El martes se encerró en la Moncloa. El miércoles se saltó la sesión de control al Gobierno en el Congreso para viajar a Bruselas a reunirse con Von der Leyen, pero tampoco allí hizo declaraciones. El jueves, después de su visita a la sede del Instituto Nacional de Seguridad Social volvió a sus cuarteles para recibir al primer ministro de Eslovenia. Su equipo decidió que tampoco era día de responder y le organizó una comparecencia sin preguntas que indignó a los periodistas.
Finalmente este viernes ha desaparecido
En contrapartida su segunda en casi todo, la doctora Montero se ha despachado a gusto echando balones fuera. En su opinión, el partido ya ha abierto un expediente informativo contra Díez para esclarecer si habló «en nombre de alguien» en la reunión que mantuvo con un empresario con causas pendientes al que ofreció pactos con la Fiscalía y la Abogacía del Estado a cambio de información contra cargos públicos.
Ademas ha descalificado las informaciones publicadas hasta ahora, señalando que son «opiniones» y «especulaciones» respecto a «noticias que se publican en pseudomedios». Incluso llega a sostener que el presidente ha sido «implacable» cuando ha tenido conocimiento de cualquier comportamiento irregular de algún miembro del POSE y desde el primer día ha trabajado con transparencia.
Y para terminar, y como no podía ser de otra manera se mete con Feijoo al que descalifica por llamar a Sánchez capo por lo que considera que no está a la altura del principal partido de la oposición.
Pero la realidad es que puede que haya sido la peor semana del Gobierno Sánchez y las que se avecinan no pintan nada bien para sus intereses, lo cual no quiere decir que deje La Moncloa, porque eso no depende de él sino de vascos y catalanes que son los que le sujetan el sillón y hasta que ya no les sirva lo mantendrán en el palacio de la ciudad universitaria madrileña.