Las movilizaciones agrarias y la detección de una partida de fresas de Marruecos infectadas con hepatitis ha vuelto a poner en primer plano uno de los problemas que para los agricultores está en la raíz de su falta de rentabilidad: la entrada masiva de productos importados de Terceros Países a precios bajos con los que no pueden competir. Una competencia «desleal» derivada de los menores costes laborales y medioambientales que tienen en esos países y que crece día a día merced a los acuerdos comerciales alcanzados por una Comisión Europea que, a la vez, impone nuevas obligaciones a los agricultores españoles que encarecen sus producciones y lastran su competitividad en el mercado comunitario, principal destino de nuestras exportaciones.
La estadística avala el imparable crecimiento de la oferta exterior procedente de la UE en los lineales de los supermercados. Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, durante la última década el volumen de productos agroalimentarios de fuera de la UE que han llegado al mercado español ha crecido un 69,7%. Así, en 2013 la entrada de alimentos de países terceros se situó en 17,58 millones de toneladas, una cifra que alcanzó los 29,86 millones en 2023, es decir, 12,27 de toneladas millones más.
Este proceso lleva aparejado una creciente dependencia de nuestro país de producciones de fuera del entorno comunitario. En 2013 las compras españolas de productos de países terceros representaban el 53,9% de las importaciones totales; en 2023, este porcentaje se elevó al 55,3%. Es decir, más de la mitad de los productos que compramos proceden ya de fuera de la Unión Europea.
Brasil, Ucrania, Marruecos y Estados Unidos son los mayores proveedores de productos agroalimentarios a nuestro país. Especialmente significativo ha sido el aumento del país alauita, que ocupaba la sexta posición hace una década y se ha encaramado a la tercera, en este caso teniendo en cuenta el valor económico.
Pocos sectores están sufriendo la invasión de productos con tanta virulencia como el hortofrutícola, uno de los principales motores de la producción agroalimentaria de nuestro país. El crecimiento de las importaciones en los últimos 10 años sido del 97%, Así, en 2014 se compraron fuera 1,1 millones de toneladas y en 2023 esta cantidad prácticamente se duplicó hasta alcanzar 2,19, según datos de Aduanas y Eurostat analizados por la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas, Hortalizas, Flores y Plantas vivas (Fepex).
La consecuencia más inmediata de este incremento de las importaciones «es una mayor competencia en el mercado interior y la pérdida de cuota muy significativa», agravada además por la caída del consumo de frutas y hortalizas en nuestro país, de un 19% desde 2014. «Ahora las importaciones pueden suponer el 40% del consumo nacional», explica Pozancos, director de Fepex. Este aumento, que es también extensible al conjunto de la Unión Europa, tiene un efecto directo en el sistema productivo de nuestro país. «En muchos productos, el aumento de las importaciones provoca una caída de los precios en el mercado nacional y comunitario y eso afecta directamente a las cotizaciones que pueden obtener los productores nacionales», explica Pozancos.
El director de Fepex achaca el crecimiento de las importaciones a causas europeas y españolas. En el primer caso, destaca el proceso de «globalización asimétrica» del mercado. «Coincidiendo con las negociaciones del GATT de 1995, Europa desmanteló en gran medida su situación de protección arancelaria, situación que luego se vio agravada con los acuerdos comerciales que se firmaron con Marruecos y Egipto. Frente a esa mayor competencia exterior, la reacción de la política agraria europea fue adoptar medidas de fitosanitarios o de protección ambiental que impactan negativamente sobre nuestra competitividad».
En el caso de la legislación española, Pozancos señala como uno de los factores que ha provocado el incremento de las importaciones la regulación de la Ley de la Cadena, «en la que se impone a la producción nacional unas obligaciones que no se exigen a la importación, como el respeto del coste efectivo de producción, la contractualización obligatoria y el registro de los contratos. Tenemos un marco regulatorio de las transacciones comerciales que incentiva las importaciones».
A todo ello, suma la subida continuada durante los últimos años del SMI, «una de las medidas que tienen un mayor impacto sobre los costes y la competitividad «, asegura Pozanco, que añade otras causas como «los problemas derivados de la insuficiente disponibilidad de recursos hídricos a un precio razonable, la sequía o la insuficiente protección de las explotaciones contra el Cambio Climático».
El resultado de esta política comercial y regulatoria ha provocado que «la UE sea ahora mismo el mercado del mundo más atractivo para las importaciones» pero el peor para las exportaciones. «Cuando se firmaron los acuerdos del GATT, los grandes mercados como Estados Unidos, China o la Unión Europea actuaron con políticas muy dispares. Ellos sustituyeron las medidas de protección arancelarias por medidas de protección fitosanitarias, que son mucho más eficaces porque en la mayoría de los casos lo que significan son prohibiciones de importación. La UE no lo hizo y ahora es un mercado globalizado para importar y cerrado en muchos casos para exportar fuera».
Pozancos desconfía de la eficacia de las medidas que primero Francia y ahora España están reclamando para acabar con las desiguales condiciones de los productores europeos: las cláusulas espejo. «Como dice su nombre son un espejismo, nunca se materializarán» porque la CE ya reconoce en un informe que son incompatibles con el artículo 20 del GATT. En su opinión, la medida más eficaz serían las de salvaguardia que sí están contempladas en la OMC y en los acuerdos comerciales. Esto supone prohibir la importación para evitar un daño serio a los productores o para corregir distorsiones del mercado. Aboga además por mejorar de forma intensiva la competitividad de las explotaciones con una inversión suficiente, mejorar la disponibilidad de fitosanitarios y que no se supriman sin que haya alternativas y reducir la carga burocrática.
Uno de los productos en el que los efectos del avance de las importaciones de países en la Unión Europea, en este caso Marruecos o Turquía, es el tomate. España era el auténtico rey en el mercado europeo, con exportaciones que alcanzaban el millón de toneladas. En la actualidad apenas vende en nuestro principal mercado medio millón de toneladas. Una situación que va a empeorar. Según la Comisión Europea, en 2035, España pasará a ser importador neto de este producto.
Pozancos afirma que «en los cultivos que son más vulnerables a las importaciones como el tomate o los frutos rojos, se está obligando a a la gente a cambiar de cultivo, sobre en invernadero, pero eso genera excedentes en esos productos y al final se termina traduciendo en expulsión del sector».