El comportamiento entre las principales economías ha sido bastante dispar.
Dato
El PIB de la eurozona creció un 0,2% intertrimestral en el 3T 2025 (0,1% en el 2T 2025) y situó su avance interanual en el 1,3%.
Valoración
La economía de la eurozona creció un 0,2% intertrimestral en el 3T 2025 (0,1% en el 2T 2025), en línea con nuestra previsión (0,16%), y situó su avance interanual en el 1,3%. El comportamiento entre las principales economías ha sido bastante dispar. Alemania se estancó en el 3T (0,0%) tal y como esperábamos, tras caer un 0,2% en el 2T (revisado al alza desde el –0,3% inicialmente publicado), con una inversión en capital fijo y maquinaria creciendo, mientras que las exportaciones retrocedieron. Italia también se estancó en el 3T (0,0%), en línea con lo esperado, tras caer en el 2T un 0,1%, con una aportación negativa de la demanda interna (sin inventarios), pero positiva de la demanda externa. (Sus respectivas oficinas de estadística comentan las tendencias por componentes, pero no ofrecen cifras para cuantificarlo.)
Por su parte, Francia sorprendió positivamente al registrar un crecimiento del 0,5% intertrimestral (0,0% esperado), tras el 0,3% del 2T. Esta aparente fortaleza se explica por el extraordinario dinamismo de las exportaciones (2,2% vs. 0,3%), impulsadas por la partida de transporte (+8,9% vs. –2,3%), en concreto, material aeronáutico. De este modo, la demanda externa aporta 0,9 p. p. al crecimiento del 3T, con una demanda interna lastrada por la desacumulación de inventarios (que aportaron –0,6 p. p. vs. +0,5 p. p.) y por la debilidad que sigue mostrando el consumo privado (0,1% vs. 0,1%). Por tanto, la aparente fortaleza de la economía gala responde a factores transitorios, que previsiblemente revertirán en el 4T, pero sin alterar la tendencia de fondo que esperamos, con crecimientos en torno al 0,2%-0,3% durante el próximo año.
Un cierre de año lleno de retos
El crecimiento se ha mostrado bastante volátil en la primera mitad del año y el resultado del 3T pone de manifiesto la debilidad de fondo que sigue aquejando a la economía europea. Además, los escasos indicadores todavía disponibles para el 4T siguen apuntando a una economía que crecerá a ritmos bastante modestos, con una divergencia entre Alemania y Francia. De hecho, el PMI para la eurozona subió en octubre hasta máximos de 17 meses, consolidándose por encima del umbral de 50 que apunta a crecimientos positivos, gracias a que la sustancial mejora en Alemania por el dinamismo del sector servicios más que compensa el nuevo deterioro de la actividad interna en Francia. Parece que nos dirigimos a un final de año en el que Alemania podría recuperar, en cierta medida, su papel como motor de crecimiento en la región, si bien la debilidad de fondo de Francia, una vez pasados los efectos transitorios que la han impulsado en el 3T, limitará la capacidad de avance del conjunto del área.En Alemania, el retraso en el despliegue de los fondos aprobados en los planes de inversión y defensa (los presupuestos para 2025 se aprobaron en octubre) explican que el impacto sobre el crecimiento haya sido prácticamente nulo hasta el momento.
En el 4T, podríamos empezar a ver un impacto incipiente, pero sería bastante contenido y no implicaría una aceleración significativa de la actividad (en línea con la señal que lanza las mejoras que registran en octubre los principales indicadores de clima y opinión empresarial), por lo que el crecimiento medio de 2025 apenas superará el 0,2%, un resultado muy pobre tras dos años consecutivos en recesión. No será hasta 2026 cuando sean más evidentes los efectos positivos sobre el crecimiento de este impulso fiscal, pero, en ausencia de reformas estructurales, no logrará elevar el crecimiento potencial de la economía alemana.
Francia, por su parte, sigue inmersa a cierre de este informe, en una crisis política desatada por la dificultad para aprobar unos presupuestos para 2026, con un Parlamento muy fragmentado. Todos los partidos coinciden en la necesidad de reducir su abultado déficit fiscal (5,4% en 2025) en los próximos años, para lograr unas dinámicas de deuda sostenibles a medio plazo, pero no hay un consenso claro ni en el cómo, ni en la magnitud del ajuste a corto plazo. Esta parálisis política ha generado dudas acerca de su capacidad para controlar la evolución de sus cuentas públicas y está presionando al alza sus primas de riesgo, lo que afecta negativamente a las decisiones de inversión y consumo. El dato del 3T no modifica la visión de debilidad de fondo de la economía gala, dado que se explica, en gran medida, por factores transitorios que revertirán en el siguiente trimestre. No obstante, el sorprendente dinamismo alcanzado en el 3T introduce ciertos riesgos al alza sobre la previsión del 0,6% que manejamos para 2025, pero sin modificar las perspectivas que manejamos para el medio plazo.En Italia, la demanda interna (sin inventarios) podría retomar cierto dinamismo en los últimos compases del año, gracias al comportamiento que esperamos para la inversión, tanto en construcción (persiste cierto efecto Superbonus) como en el resto de las partidas, que se siguen beneficiando del despliegue, aunque con bastantes retrasos, de los fondos NGEU.
También está teniendo un efecto positivo el notable aumento de solicitudes al programa Transizione 5.0, un programa de créditos fiscales por unos 6.300 millones de euros durante 2024-2025 (con cargo a los fondos NGEU) dirigida a incentivar la transición digital y la eficiencia energética de las empresas, de cualquier tamaño. Además, Italia ha logrado ganarse el favor de los mercados, al presentar unos presupuestos que confirman su compromiso con la disciplina fiscal, ya que pretende seguir reduciendo su déficit fiscal desde el 3,0% del PIB previsto para este año a un 2,7% en 2026, y seguir descendiendo hasta cerca del 2,0% en 2028.En suma, el dato del 3T para el agregado en la eurozona se ha comportado en consonancia con lo esperado, por lo que seguimos confiando en que la economía del bloque crezca un 1,3% en 2025. Con todo, la incertidumbre que rodea a los escenarios sigue siendo bastante elevada. Es cierto que la firma del acuerdo comercial con EE. UU., aunque no demasiado favorable para la UE (soportará un arancel del 15%, frente a menos del 2,0% anterior), ha quitado de la mesa los escenarios más adversos (escalada de contramedidas), pero reafirman la idea de que los aranceles han venido para quedarse.
Además, no se puede descartar que, incluso, puedan ser más elevados si Trump considera que no se están cumpliendo los términos del acuerdo (por ejemplo, la UE se comprometió a invertir en EE. UU. unos 600.000 millones de euros, pero las decisiones de inversión dependen en última instancia de las empresas). Por otro lado, EE. UU. va a seguir utilizando la amenaza de nuevos aranceles como herramienta de «negociación». En este sentido, la UE pretende aprobar una normativa que aplicaría multas a partir de 2027 a todas las empresas cuyas cadenas de suministro dañen el medio ambiente o los derechos humanos. La industria gasística de EE. UU., principal proveedor de GNL a Europa, se vería especialmente afectada. Trump considera este tipo de medidas como «barreras comerciales no arancelarias» y ya ha advertido que, de entrar en vigor, respondería con nuevos aranceles. En el ámbito interno, la situación política en Francia sigue siendo un importante foco de riesgo, con capacidad para generar inestabilidad financiera en la región.
