En general no se trata mas que de literatura barata que no soluciona nuestros problemas, lo que nos obliga a solucionar esa situación con nuestra propia medicina que en este casi puede ser pasar un rato en Lafayette, descansar en su agradable terraza y disfrutar de los manjares que Sebastien Leparoux es capaz de preparar, De esa sencilla forma es mas que probable que todo ese lio de la depresión pase a alojarse en el baúl de los recuerdos y recuperemos el delicioso joie de vivre del asueto que conlleva un buen almuerzo o una refrescante cena en el local que desde hace unos meses es el nuevo refugio de Sebastien.
En el fondo, y después de muchos años en el negocio de la restauración con estancias en diversos países y surcado de entrañables historias familiares, este nuevo Lafayette no deja de ser ese restaurante que un profesional sueña con tener algún día y que rápidamente se convierte en su propio refugio, en la casa de Sebastien.
La cocina de Lafayette es típica de brasserie, esto es: platos de alma sencilla, pero muy sabrosos, ligados al recetario tradicional galo, en los que brilla el producto y que son fruto de una elaboración lenta y cuidada.
Para estos días de regreso a la actividad hay platos especialmente recomendables, como los mejillones Bouchot, con su deliciosa salsa beurre blanc, los quesos galos, en su punto de afinado, o la pissaladiére, la ‘pizza’ de Niza, una coca con anchoas, cebolla y aceituna negra perfecta para compartir y 100 % casera. Ensaladas como la Gargouillou —versión de la receta de Michel Bras, tan estética como deliciosa— o la de Las Landas, con mollejas y jamón de pato, foie y vinagreta de melocotón. Para compartir, imposible resistirse al ménage à trois que nos propone Sébastien. Que nadie piense mal: se trata de una degustación de terrina de foie gras, rillettes de corral y de su casero pâté de campagne.
Y si de verdad quieres disfrutar con platos sorpresas pídele a Sebastien que te dedique unos chipirones, unas ancas de rana o unos caracoles, como no siempre los hay, no están en carta y hay que estar pendiente. Aunque son platos para enamorados de este tipo de productos, no ha todos les gustan los caracoles. Sin dejar a aun lado las aves en las que los franceses son maestros y Sebastien hace honor a su origen. Es decir, coquelet, pichón, pulardas son amigos y conocidos de la cocina de Lafayette. Y la pena, se lamenta Sebastien es de la práctica desaparición de la becada por su escasez y el precio que han alcanzado que las hacen prohibitivas. En fin que habrá que conformarse con lo que el mercado nos ofrece.
Para beber, vinos franceses excelentes, pero de châteaux independientes y de autor, muchas veces de regiones y denominaciones poco conocidas en España y a precios muy interesantes. Sébastien, presume de ello, porque puede y porque es un profundo conocedor de los vinos de su país natal. Es mas, selecciona personalmente cada referencia lo que le permite después ofrecerla a quien mejor puede disfrutar de un caldo desconocido para él, porque los españoles, en general somos muy poco expertos en vinos franceses y no solemos salir de los cuatro chateaux conocidos y por otra parte, carísimos,
Y como no podía ser de otra manera no se olvide de disfrutar de una tabla de quesos franceses de proveedores propios, no sin antes pasar revista a unos postres que solo con nombrarlos se hace la boca agua. Y hablamos de una tatin con sorpresa, una milhoja distinta de las habituales a las que estamos acostumbrados o de un helado de violetas, “homenaje” a la famosa tienda que los madrileños de toda la vida acuden de vez en cuando para obsequiar a algún familiar o visitante, con sus caramelos.
Brasserie Lafayette
Recaredo 2