Es decir, lo que los ciudadanos contemplan es una especie de paranoia en la que no encuentran ni una sola solución a sus problemas porque a los que gobiernan solo les preocupa conservar un status en el que se olvidan de todos y de todo y en el que disfrutan de eso que se ha dado en llamar los placeres del poder: coches, dinero, invitaciones y muy poco trabajo, puesto que sin presupuestos no hay objetivos, ni retos que alcanzar, o lo que es lo mismo la política central la del gobierno Sanchez es un lento y cadencioso tran tran que poco o nada tiene que ver con la vida real del ciudadano inmerso en una batalla de supervivencia terrorífica.
Sin embargo, lo que reflejan los discursos y la propia voracidad del consumo que preside nuestra vida cotidiana es todo lo contrario. En efecto, si uno sale a la calle y se acerca a cualquier bar, cafetería, taberna o restaurante todos están llenos, en todos las gentes disfrutan con alegría de un encuentro entre amigos o una charl de negocio. Cualquiera diría que no pasa nada, que todo esta bien y sin embargo los datos micro apuntan a todo lo contrario.
Los índices de pobreza están disparados, la compra o alquiler de una vivienda digna es una locura, el número de parados pese a las engañifas de Diaz y sus secuaces aumenta sin freno y, prácticamente solo el turismo aguanta el ritmo.
En esas condiciones el reto de gobernar se convierte en un imposible y Sanchez que miente mucho, pero no es tonto, trata por todos los medios de dejar su actual vivienda para ocupar otra que le pague la estructura internacional de Bruselas y para ello necesita quedar bien en ls elecciones de los próximos dias y disponer de unos meses para lograr ese objetivo.