Lo reconocen fuentes del ministerio de Economía, que se muestran optimistas sobre las perspectivas a medio plazo. Esto vendría a confirmar, casi con toda probabilidad, una nueva revisión al alza de los cálculos ya publicados por los organismos nacionales e internacionales. Los indicadores económicos que existen ya acerca del trimestre en curso vienen a avalar esas buenas sensaciones. En su último informe de coyuntura semanal, los técnicos del departamento ponen en valor que la actividad del sector manufacturero siga expandiéndose -frente a la contracción que se registra en buena parte de la Eurozona-, que el sentimiento económico haya mejorado, que la inflación se haya moderado seis décimas en julio hasta situar su tasa interanual en el 2,8% -su nivel más bajo desde comienzos de 2022- o que la entrada de turistas extranjeros permanezca en cotas históricamente elevadas pese a haberse debilitado algo en junio.
En el lado opuesto apuntan a la afiliación, que se ralentizó lastrada por sectores como la hostelería -si bien se estabilizó en términos desestacionalizados- o el descenso más pronunciado de lo habitual de las matriculaciones en el último mes. Pese a lo anterior, los datos que recopila el Banco de España también confirman que las empresas mantienen un cierto optimismo. La última edición de la ‘Encuesta a las empresas españolas sobre la evolución de su actividad’ (EBAE) señala que las perspectivas del sector privado se mantienen positivas de cara al tercer trimestre y “apuntan a una continuación en el avance de la facturación empresarial”.
Lo anterior lleva a las firmas encuestadas a prever un mayor avance de la ocupación entre julio y septiembre, en un contexto en el que las presiones de costes serán similares a las del segundo trimestre y en el que contemplan que se aceleren ligeramente las subidas de los precios de venta con relación al periodo entre abril y junio.
De cara a la evolución de la actividad los próximos meses será muy relevante la estrategia de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). El temor a un frenazo de la primera economía del mundo y el hecho de que la inflación se moderase en Estados Unidos hasta el 2,9% en julio (situándose en mínimos desde la primavera de 2021) dan motivos a la Reserva Federal para rebajar los tipos de interés en su próxima reunión de septiembre. Todo hace prever que el BCE seguirá sus pasos, si bien el escenario en la Eurozona es algo diferente, más complejo, con una inflación más pegajosa –sobre todo la de los servicios-, con una tasa de desempleo en mínimos históricos y con un PIB que se estabiliza, pese a registrar un avance muy moderado.
De producirse en el área del euro, esa segunda rebaja del precio del dinero en lo que va de año rebajaría los costes de financiación para empresas y familias y podría suponer un revulsivo para la inversión, que permanece muy debilitada en España y que sigue siendo una de las escasas variables que no ha logrado recuperar aún los niveles prepandemia. El despliegue de los fondos Next Generation EU, que sigue ganando tracción, también supondrá un acicate en este sentido.
En su modelo de estimación en tiempo real de crecimiento del PIB, MIPred, la Autoridad Fiscal contempla que la economía crezca un 0,9% trimestral entre julio y septiembre y que lo haga un 3,2% en términos interanuales. Aunque es prematura aún, ya que el organismo fiscalizador solo tiene una mínima parte de las referencias que emplea para hacer sus cálculos, refrenda que el dinamismo de meses anteriores se mantiene en el arranque del trimestre actual. El impulso de la actividad turística, de la que se espera un récord de llegada y gasto por parte de los viajeros internacionales, y el más que previsible avance del consumo de las familias ante las próximas rebajas de tipos, avalan también las buenas sensaciones que ofrecen, por el momento, las grandes cifras macroeconómicas.
Otra cosa son ya las proyecciones de cara al próximo ejercicio, como advertían recientemente desde la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas). Sus economistas prevén que la economía se desacelere en 2025 al entorno del 1,8% por la caída del ahorro de los hogares y su impacto en la demanda, así como por el agotamiento del turismo y la recuperación de las importaciones. Advierten, además, de que la inversión empresarial “persiste como una de las variables más débiles” y de que “inquieta” el problema que pueda suponer para la productividad y para el crecimiento. Estiman que el empleo pierda algo de vigor, si bien seguirán creándose 730.000 nuevos puestos de trabajo entre este año y el que viene.