Si ayer algunos aplaudían y otros se quedaban atónitos ante un acuerdo de las características del que se firmó, con la bota de Bruselas en el cuello de unos y otros, hoy los extremos están que trinan y no pararan hasta, incluso, si pueden hacer saltar por los aires alguno de los acuerdos incluidos en el pacto de reforma que, insisto la Comisión Europea ha obligado a nuestro políticos a firmar.
Y el temor no tiene nada de extraño. Si en estos momentos el bipartidismo fuese tal y tanto unos como otros fuesen unos políticos coherentes con la Constitución y respetuosos con la ley los corpúsculos que inundan los pasillos del Congreso y el Senado, así como las peleas que habitualmente se observan no existirían. Es mas las relaciones entre los diputados serian de otra calidad, Porque, los grandes temas de Estado estarían pactados y la alternancia facilitaría la continuidad de las reformas, esas que hoy nos reclaman también desde la capital de la Europa política .
Y es que es fácil de imaginar la inutilidad de los rufianes de turno, del color que fuesen, porque no tendrían trabajo ni razón de ser y habrían desaparecido del panorama político, limitándose a una presencia residual en sus provincias, en las que quizá tendrían su pequeña razón de ser para que los temas locales tuviesen su tratamiento. Y poco mas.
En ese sentido, pocos son los que han señalado la importancia de que lo pactado por los dos partidos evita esa obsesión de los pequeños de buscar la mayoría mas uno y así beneficiar la polarización y la justificación de unas minorías que solo sirven para el beneficio de unos pocos sin mas sentido que dañar la buena política. Es más, tras la firma se puede afirmar , ningún portavoz podrá repetir, sin deshonrar su firma y su palabra, aquello de ‘en una democracia los jueces no pueden elegir a los jueces’.