Así las cosas, los avisos y presiones que esta recibiendo Núñez Feijoo para que se pliegue a los deseos de Sánchez y dialogue, no se sabe de qué, ni como, ni en que condiciones es toda una operación de acosos y derribo del líder popular para hacerle el mayor daño posible y boicotear su estrategia en contra de Sánchez, que de momento le esta saliendo bien al gallego y tiene a Sánchez atascado y sin saber como responder a los ataques populares y solo sabe hablar del CGPJ, tema ya manido y de nula eficacia entre los seguidores de unos y otros, y calro esta mucho menos en Europa.
En estas condición es es lógico que Feijoo tenga pocas ganas y menos aún después del pacto de los socialistas con Bildu en Navarra. De todas formas, es evidente la mala relación entre ambos yal y como se pudo comprobar el día de la Constitución. Ese día el líder de los populares se enteró por los periodistas de que el presidente había contado que tenía previsto convocarle a una reunión en la Moncloa.
La historia de las reuniones entre ambas es corta:
La primera vez que se vieron a solas fue el 7 de abril de 2022 en la Moncloa. Y Feijóo pagó la novatada. Antes de acudir a la Moncloa, el líder de los populares pidió a Sánchez pactar un orden del día del encuentro, que es exactamente lo que está pidiendo ahora por escrito. Pero, en aquella ocasión, el equipo del presidente respondió que no hacía falta porque eso sería encorsetar la reunión. Feijóo se presentó en la Moncloa con las manos en los bolsillos, como quien dice, y se encontró con que Sánchez desplegó ante él un documento de 11 peticiones al PP. Más de lo que le había exigido jamás a cualquiera de sus socios.Para completar la encerrona, después del encuentro compareció la ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, para quejarse de la poca profesionalidad de Feijóo. «Buena disposición, pero poca concreción y ninguna documentación», afirmó. «Nosotros vamos documentados a las reuniones», se regodeó. Feijóo se quedó boquiabierto.
La segunda reunión se produjo el 10 de octubre de 2022, también en la Moncloa. Ambos se vieron forzados a citarse después de que el entonces presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Lesmes, dimitiera para obligar al PSOE y al PP a entenderse de una vez.
Estuvieron tres horas reunidos. A mitad del encuentro se incorporaron el ministro Bolaños y el vicesecretario de Asuntos Institucionales del PP, González Pons. Parecía que la cosa había ido bien, pero quince días después todo saltó por los aires. Feijóo cortó por lo sano cuando el propio presidente confirmó que iba a modificar el delito de sedición a petición de ERC. Después resultó que el PSOE y sus socios lo suprimieron del Código Penal, directamente. Bolaños acusó a Feijóo de ser una marioneta: «Hay unas fuerzas muy poderosas en la derecha más extrema que le han doblado el pulso al señor Feijóo».
Tuvieron que pasar las elecciones municipales, autonómicas y generales para que ambos dirigentes volvieran a verse las caras en privado.
La cita fue el 30 de agosto en el Congreso. Para entonces, la relación entre ambos ya era irrecuperable. Estuvieron reunidos apenas 45 minutos. El Gobierno en funciones se había ocupado de calentar el encuentro, acusando al líder del PP y ganador de las elecciones de estar haciendo «perder el tiempo a todos». Desde la sala de prensa de la Moncloa, horas antes la ministra portavoz llegó a calificar de «paripé» y «folclore» la investidura de Feijóo.
Éste llevó a Sánchez una propuesta que logró sorprender a su interlocutor: le pidió que dejara gobernar a la lista más votada durante una legislatura de dos años, un tiempo en el que los dos principales partidos impulsarían seis pactos de Estado: Pacto de Regeneración democrática, Pacto por el Estado de Bienestar, Pacto por el Saneamiento Económico, Pacto por las Familias, Pacto Nacional del Agua y Pacto Territorial.
La cuarta y última reunión se produjo con motivo de la investidura de Sánchez, también en el Congreso, el pasado 9 de octubre. Y también fue fugaz, de apenas 45 minutos. El líder del PSOE no se anduvo con rodeos y acusó a Feijóo, directamente, de «agitar la calle», en alusión a las manifestaciones contra la amnistía celebradas en toda España. Le pidió que respetara y asumiera los resultados electorales, contención y, cómo no, que dejara de bloquear la renovación del CGPJ.
Tras todas estas experiencias no es de extrañar que Feijoo no pise La Moncloa, y eso es lo mejor que puede hacer, porque de lo contrario, una vez mas, salda trasquilado. Ya que Sanchez y sus muchachos no son de fiar.