Se trata de una urbe actualizada, con los mejores niveles en calidad del agua, un tranvía que la cruza de punta a punta, y mucho que descubrir en cada uno de sus rincones, empezando por su majestuoso centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999, repleto de casas patrimoniales con balcones floridos, calles adoquinadas, museos y centros culturales que lo hacen único. Entre los puntos más destacados, la multitud de cuidadísimas iglesias que salpican sus calles, la Plaza de las Flores o la espectacular Catedral de la Inmaculada Concepción, con sus seis cúpulas, cuatro de ellas cubiertas por azulejos azules, que son la seña de identidad local. Imprescindible es también la visita a su antecesora -conocida como Catedral Vieja-, la Iglesia del Sagrario, que hoy funciona como Museo de Arte Religioso y cuenta con una gran variedad de altares y un poco común órgano de fuelles.
Además de otros muchos reconocimientos, la Municipalidad de Cuenca recibió en la feria un esperadísimo Premio a la Sostenibilidad Ambiental de parte de ONU Turismo (anteriormente OMT). Un galardón para el que llevan trabajando meses en el Ministerio de Turismo, no en vano, el año pasado fueron el primer destino turístico de Ecuador. Uno de los espacios naturales más representativos de Cuenca, que también es referente de la protección de bosques y parques, es curiosamente el Barranco del río Tomebamba, límite entre la zona antigua y la moderna, que tiene unas singulares casas ‘colgando’ en su ribera. Hablando de su naturaleza, en la parroquia de Baños se concentran varios spas y balnearios con aguas termales que fluyen de una falla volcánica; y a tan solo 32 km al oeste de la capital se encuentra el Parque Nacional El Cajas, un sistema lacustre de origen glacial reconocido en 2013 por la UNESCO como Reserva Mundial de la Biósfera y que está compuesto por más de 250 lagos y lagunas que se puede descubrir a través de 8 maravillosas rutas y 7 senderos. También hay miradores como el de Turi, El Calvario o Icto Cruz desde los que la ciudad se ve siempre majestuosa, más en fechas como el Festival de Luces (7 de diciembre), cuando parte de la ciudad se ilumina con miles de faroles en honor a la Virgen Morenica del Rosario.
Este encantador rincón de Ecuador conserva con orgullo tradiciones ancestrales artísticas como el trabajo de la cerámica, la joyería, la herrería y los textiles. Ha sido declarada Capital Mundial de la Artesanía y entre sus oficios más representativos está el tejido del sombrero de paja toquilla, que fue declarado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y que se ha contemplado en vivo en la gran feria del turismo. Incluso existe un Museo de la Paja Toquilla y el Sombrero en la ciudad que es bien recomendable visitar.
En cuanto a la comida típica cuencana -de la cual también se degustó una muestra en Madrid durante el showcooking de un chef local en FITUR-, se trata de una gastronomía mestiza, mezcla de la cañari, la inca y la española, que durante más de cinco siglos ha ido evolucionado y mantenido su presencia en las formas de cultivar, producir, preparar y consumir sus alimentos. La sopa Motepata -o Puchaperro- es el plato estrella de los también cuidados y famosos carnavales de la zona; la Fanesca es tradicional en su cuaresma; y en el mes de junio todo se llena de los Dulces del Corpus: Alfajores, Quesitos, Cocadas de cuchara, Huevitos de faltriquera, Cusingas, Pucawañis y demás manjares que elaboran las “mizhqueras” (mujeres confeccionadoras de dulces), que guardaron celosamente las recetas en los claustros de los conventos. También de los conventos salen el Agua de pítimas -hierbas medicinales con efectos calmantes-, la Gelatina de pichón -un suplemento alimenticio para evitar anemias en niños y ancianos- o el Jarabe de rábano, que actúa como reconstituyente.
Otras bebidas, estas más festivas, son por ejemplo el Draque, el Gloriado y el Canelazo, cuya base es el licor de caña, hierbas aromáticas y especias dulces. La Chicha de jora es otra bebida ancestral andina, muy típica en su mixología, que se toma especialmente el 24 de diciembre, en una de sus fiestas más populares, el Pase del Niño Viajero. La Colada morada, sin embargo, hecha a base de harina de maíz morado -de ahí su nombre y su color-, se toma en torno a la festividad de los difuntos, el 2 de noviembre, y se acompaña de guaguas -como unos muñecos- de pan que representan a los muertos.
Durante el Inti Raymi andino se preparan las Tortillas parug (un tipo de maíz), que anuncian las cosechas de los granos y alimentos maduros de las chacras; y se elaboran Coladas de chawarmishki (agave andino), Zambo cagüina y Panela para el frío de la tarde tras las cosechas, aunque la temperatura en el cinturón del mundo ronda los 14 y los 18º C durante todo el año. El Morocho es una bebida a base de leche de vaca, maíz maduro y especias muy típica en sus desayunos y la Galleta de manteca es una variedad de pan autóctona que sí o sí hay que probar. Se podría decir que el Mote es el ADN de sus comidas, y se sirve para acompañar sopas, solo, con quesillo… Son muy típicos en su mesa los envueltos de hoja, como los Timbulos, Cuchichaquis o los Tamales cuencanos, parte todos ellos de la memoria cultural rural de la zona, ya que son preparaciones que acompañaban a los arrieros para tomar fuerzas en sus viajes.
De hecho, salivando con sus manjares, y tras conocer tantas cosas por ver, sus atractivos turísticos y culturales, ya estamos listos para viajar -con o sin tamales- a descubrir Cuenca en Ecuador (www.visitcuencaecuador.com.ec) y empaparnos de las tradiciones que nos pueden transmitir sus gentes, cerca de 580.000 habitantes en una superficie de unas 15.730 hectáreas. Cuenca tiene conexión constante por aire con Quito y Guayaquil en menos de 50 minutos ¡y no hay que perdérsela!