Los niños que padecen emaciación carecen de un sistema inmunitario normal con una función insuficiente y tienen una probabilidad 12 veces mayor de morir que un niño bien nutrido. La emaciación severa convierte las enfermedades comunes de la infancia como la diarrea, sarampión, paludismo en enfermedades mortales ya que minora la inmunidad del niño. Altera la función del aparato digestivo impidiendo la absorción de nutrientes. Conlleva una perdida repentina de peso y patologías como el edema, hinchazón del estómago, cara y articulaciones. Reduce al mínimo las funciones corporales ya que necesita toda la energía para el latido cardiaco y la respiración.
El síntoma que caracteriza la emaciación es el bajo peso por altura que se diagnostica en principio por un mínimo perímetro del brazo. Y todo ello acompañado de numerosas complicaciones sanitarias, grandes sufrimientos y una muerte prematura. Un auténtico martirio físico y psicológico para los niños y sus madres.
Además, en el caso de sobrevivir corren el riesgo de enfrentarse a una vida con severas limitaciones. Una mujer gestante con anemia y bajo nivel de ácido fólico, supone que él bebe nazca con bajo peso, menos de 2,5 Kilos, con menos defensas y propenso a la emaciación. Los mil primeros días, nueve meses de gestación y dos primeros años, son esenciales ya que el cerebro y el sistema cognitivo del ser humano tiene un desarrollo espectacular en esa etapa de la vida. Circunstancia que provoca una gran desigualdad para alcanzar el potencial de una persona que tiene derecho a la alimentación y a una vida normal, activa, sana y productiva. Es decir, un futuro marcado por la enfermedad, pobres resultados escolares, marginación, pobreza y un gran hándicap para la forma de ganarse la vida, tomar decisiones y disfrutar de la libertad.
Pero debido a que el mundo se enfrenta hoy a significativas y peligrosas crisis existe un riesgo significativo de que la emaciación severa cobre mayor fuerza y empeore su situación provocando grandes sufrimientos y desesperación.
Efectivamente los impactos provocados por la pandemia del COVID-19, la escasez de energía, fertilizantes, y alimentos, el alza de precios del transporte , la menor disponibilidad de productos y mercancías, los efectos adversos del cambio climático en los países tropicales y la intensificación de los conflictos y la violencia en gran parte del mundo, como por ejemplo, Afganistán, Etiopia, el Sahel, Yemen, la guerra de Ucrania contribuyen a la inseguridad alimentaria aguda de la población.
Con el aumento de los costes de la energía y los alimentos, los países en desarrollo enfrentan nuevas presiones sobre su población y sus economías. El repentino aumento de los precios de los alimentos amenaza con agravar tensiones políticas y sociales en muchos países en desarrollo, con efectos devastadores sobre los sectores más pobres y vulnerables. En Algunas zonas de África oriental y meridional, por ejemplo, casi 70 millones de personas corren riesgo de encontrarse en una situación de emergencia alimentaria o de sufrir hambre. Un impacto significativo de las crisis actuales es la enorme acumulación de deuda pública. Para muchos de los países más pobres, la carga de la deuda ya es insostenible.
Los desequilibrios económicos y en consecuencia las tasas elevadas de inflación han causado la desaceleración económica mundial más impresionante de los últimos 80 años con una previsión del incremento de la desigualdad y la pobreza en el próximo futuro según acredita el Informe Anual 2022 del Banco Mundial.
El riesgo de una gran crisis alimentaria sin precedentes complica extraordinariamente la situación. Deteriora la disponibilidad, el acceso económico y una utilización adecuada de los alimentos. Y agrava todavía más la desigualdad de la población pobre y enferma que además no tienen que comer. Es la mayor amenaza de la vida de los niños y de su salud y bienestar a largo plazo. Una catástrofe.
En consecuencia, los países más pobres y vulnerables ahora enfrentan la peor crisis alimentaria de una década con enormes consecuencias para los niños que padecen emaciación severa. Existe un grave riesgo de un incremento de la emaciación severa en los próximos años.
Una llamada urgente a la Acción es Imprescindible.
En respuesta a esta situación cinco Agencias de Naciones Unidas FAO, ACNUR, UNICEF, PMA Y OMS hacen una llamada conjunta urgente el 23 de enero de 2023 para una aceleración efectiva del vigente Plan de Acción Global sobre la Emaciación Infantil (PAGEI) de 2019 que pretende prevenir, detectar y tratar la malnutrición aguda en los 15 países más afectados: Yemen, Sur Sudan, Mali, Sudan, Afganistán, Níger, Nigeria, Chad, Etiopia, Somalia, República Democrática del Congo, Haití, Madagascar, Kenia y Burkina Faso.
La prioridad de dicho Plan se centra, en una nutrición adecuada de la madre y el niño a través de sistemas efectivos de alimentación salud, agua, higiene y protección social, en los países con conflictos, desastres naturales y emergencias humanitarias.
Es imprescindible una acción coordinada y urgente garantizada con financiación adecuada para impedir el crecimiento de la malnutrición aguda y evitar así una pérdida trágica de la vida de los niños que sufren la emaciación severa. Patología que incluso a veces en algunos medios de comunicación se titula como el “desperdicio de la vida” como si se tratara de un desperdicio alimentario que tiramos a la basura.
NO PODEMOS IGNORAR DESCONOCER Y DESVIAR LA MIRADA DE LAS ENORMES DESGRACIAS DE NUESTRO TIEMPO. MAS EDUCACION, SENSIBILIDAD, ETICA, RESPONSABILIDAD Y ACCION PARA EVITAR ESTE FAMICIDIO.
Para mayor información buscar en cualquier plataforma digital “emaciación severa unicef” o “child wasting” por sus siglas en ingles.