Todos los grandes grupos excepto los servicios –alimentos elaborados, alimentos sin elaborar, bienes no energéticos y productos energéticos– redujeron su tasa de inflación. En lo que se refiere a bienes y alimentos, la inflación ya se encuentra o bien en niveles preinflacionistas, o bien en niveles elevados, pero encauzada. El foco de preocupación se encuentra ahora en los servicios, cuya inflación sigue mostrando una fuerte resistencia a la baja -en junio se mantuvo en el 3,7%-, con incrementos mensuales de precios aún muy superiores a los habituales antes de 2021.
En cuanto a las previsiones para el resto del año, la tasa general va a registrar fuertes altibajos por los importantes efectos escalón en los productos energéticos –unos meses serán al alza y otros a la baja–, derivados de la elevada volatilidad de sus precios el año pasado. También influirán las medidas adoptadas en relación al IVA de determinados alimentos: rebaja de la tasa aplicada al aceite de oliva al 0% en julio –el impacto sobre la inflación será imperceptible–, normalización parcial en octubre de la tasa aplicada tanto al aceite como al resto de productos que ahora disfrutan de un IVA rebajado –con un impacto sobre la tasa de inflación de en torno a 0,15 puntos–, y, en principio, normalización completa en enero de 2025 –con un impacto al alza de aproximadamente 0,35 puntos-.
La tasa media de inflación esperada para 2024 se ha revisado una décima a la baja hasta el 3,2%, con una interanual en diciembre del 3,5%. También la tasa media esperada para la inflación subyacente se ha recortado una décima, hasta el 3,1%. Para 2025 las previsiones son de un 2,2% de media anual para ambas tasas, en ambos casos una décima menos que en las previsiones de junio. No será hasta mediados del año próximo cuando la inflación se sitúe en el 2%.