Estos desastres tienen un impacto significativo a nivel macroeconómico, afectando a la estabilidad financiera de los países. Para ayudar a reducir el riesgo de desastres y volver a una economía y sociedad más resilientes, la industria aseguradora juega un rol destacado.
El riesgo de desastres naturales es una de las mayores preocupaciones de la actualidad. Legisladores, científicos, empresas y sociedad en general buscan de forma constante cómo minimizarlo. No en vano, las catástrofes no dejan de aumentar: de seguir la hoja de ruta actual, en 2030 el mundo sufrirá 1,5 catástrofes importantes al día1.
El cambio climático y los sucesos de origen meteorológicos derivados del mismo – inundaciones, sequías, olas de calor/frío, huracanes, temperaturas extremas, etc. – son uno de los riesgos principales, aunque la comunidad científica considera que sus mayores consecuencias llegarán en unas décadas. Tampoco podemos olvidarnos de los movimientos sociodemográficos: a medida que las personas nos concentramos en espacios donde antes había mucha menos gente y bienes, y crece la población en regiones expuestas a peligros naturales, el riesgo, por ende, aumenta.
Estos desastres tienen un impacto significativo a nivel humanitario, pero también macroeconómico, debilitando la posición financiera de los gobiernos que tienen que intervenir para prestar ayuda o cubrir pérdidas tras una catástrofe.
El huracán María que azotó Puerto Rico en 2017 es un ejemplo de ello, con en torno a 3.000 fallecidos y que llevó al gobernador de la región a pedir al Congreso de Estados Unidos 139.000 millones de dólares para trabajos de recuperación. Otro ejemplo de desastre natural es el terremoto de Haití de 2010, que alcanzó los doscientos mil fallecidos y pérdidas económicas de en torno a 7,8 billones de dólares, según el gobierno del país2.
Las catástrofes generan una mayor desigualdad social y hacen más profundas las vulnerabilidades existentes. La mayoría de los países que se enfrentan a un riesgo alto de desastres se encuentran también entre los que tienen una mayor proporción de población que vive por debajo del umbral nacional de pobreza. En concreto, entre los 20 países más vulnerables, el 90% son de renta media y baja, con una tasa media de pobreza nacional del 34%. Esta cifra es inferior al 0,5% de los países situados en el extremo opuesto de la escala de riesgo3.
En este contexto, en el que se hace cada vez más importante investigar y analizar estos fenómenos para minimizar los riesgos, se abren nuevos retos para la industria aseguradora, que no solo tendrá que adoptar nuevas soluciones innovadoras e incrementar su oferta, sino también trabajar en servicios de prevención que permitan a la economía y sociedad ser más resilientes.
Sortear el gap de la protección
En 2021, la brecha de aseguramiento global alcanzó los 7 billones de dólares o 730 puntos básicos (pbs) del PIB global, tal y como recoge el informe GIP-MAPFRE 2022: Índice Global de Potencial Asegurador, elaborado por MAPFRE Economics. Los niveles de aseguramiento en los países alrededor del mundo son muy diversos; la diferencia es considerable en función de las condiciones del país del que se trate, de las diversas condiciones socioeconómicas y poblacionales, o de la cultura aseguradora existente en cada región.
No obstante, y a pesar de que está más que constatado que los efectos de estos eventos pueden ser mitigados por los seguros contra catástrofes – incluyendo la actividad de las re-aseguradoras –, lo cierto es que la proporción de pérdidas económicas aseguradas relacionadas con catástrofes naturales es baja.
De acuerdo con cifras de la Unión Europea, en esta región solo está asegurada una cuarta parte de las pérdidas relacionadas con el clima4. Tal y como señala la Autoridad Europea de Seguros y Pensiones de Jubilación (EIOPA, por sus siglas en inglés), “la asegurabilidad y la tarificación de los riesgos relacionados con el clima son preocupaciones cada vez más críticas para las aseguradoras y los legisladores, y si no se toman medidas para contrarrestarlos, se prevé que la brecha de protección aumente”. En otras regiones como Latinoamérica, donde la penetración del seguro es menor, las pérdidas aseguradas también son inferiores.
Organismos públicos como el Banco Central Europeo, la propia EIOPA, la Asociación Nacional de Autoridades de Seguros de Estados Unidos (NAIC, en inglés) o el Consejo Nacional del Seguro Privado de Brasil (CNSP, por siglas) están poniendo el foco en la propuesta de políticas para reducir la brecha de protección en los riesgos derivados del clima. Ámbitos como la concienciación sobre el riesgo, el ofrecimiento de incentivos basados en el riesgo vinculados a las primas, nuevas normas de evaluación de riesgos o una mayor coordinación público-privada son algunos de los puntos de discusión5.
“La industria aseguradora tiene la capacidad de volver a la economía y a la sociedad en general mucho más resilientes, así como de reducir el riesgo de desastres, dando el respaldo necesario en momentos de vulnerabilidad. Sin los seguros, el retomar el día a día o la sostenibilidad de la economía no serían posibles”, comenta Satrústegui, director de Riesgos de la Naturaleza de MAPFRE RE.
Para hacer frente a este panorama, la prevención es determinante.
En la actualidad, el sector asegurador tiene puesto su interés en modelos de predicción de riesgos climáticos que incorporen el efecto del cambio climático. Si hasta hace poco se contaba solo con la información histórica y el análisis de patrones previos, ahora existen soluciones que simulan la evolución del clima con analítica avanzada de modelos de circulación global.
Dichas soluciones son ya capaces de estimar los riesgos futuros en diferentes escenarios de cambio climático y de calcular el potencial impacto económico en los bienes y en los negocios, lo cual capacita la toma de decisiones en el medio y largo plazo. A esto se suma la disponibilidad cada vez mayor de datos locales en tiempo real, como los de imágenes satelitales o los de sensores conectados desplegados sobre el terreno, que pueden habilitar acciones precisas y específicas para una zona en el corto plazo.
Todas estas nuevas capacidades, traídas tanto por startups insurtech/climatech como por proveedores tradicionales del ámbito del modelado de riesgos, facilitan a las aseguradoras el desarrollo de una oferta de productos y servicios más completa y adaptada al contexto actual. Ésta no solo estará orientada a la respuesta tras los eventos catastróficos, sino que se extenderá hacia la prevención y anticipación, resiliencia, asesoramiento, acompañamiento a empresas y particulares en su camino de transición y adaptación al cambio climático, etc.
“Conforme la frecuencia e intensidad de estos eventos extremos aumenta, la necesidad de abordar este desafío se agudiza. Por eso en Mapfre llevamos años invirtiendo en el estudio de los riesgos de la naturaleza y trabajando con startups insurtech para investigar soluciones punteras, evaluar riesgos y ayudar a mitigarlos. Todo con el objetivo de cuidar lo que nos importa y de impactar de forma positiva en la sociedad y el entorno”.