Recordamos que la inflación general ha caído desde un máximo del 10,6 % en octubre de 2022 hasta el 8,5 % en febrero de 2023, y que la invasión de Ucrania empezó ahora hace 13 meses. Gracias a ese efecto base más alto, podríamos ver una nueva caída de los precios hasta acercarse al 7%. Al otro lado del Atlántico también conoceremos el viernes los datos de inflación en EE.UU., donde no se espera demasiada mejora, pero sí un ligero retroceso desde el 5,4% al 5,1%, siendo la partida de servicios la única parte de la inflación que podría aumentar por el aumento de los costos salariales.
La inflación sigue siendo el elemento más importante para los bancos centrales, y aunque por supuesto, no desean el colapso del sistema financiero, esta minicrisis bancaria puede ayudar a la consecución de su gran objetivo: que la inflación no se solidifique. Parece claro que las condiciones financieras se están endureciendo, y el coste de capital para los bancos, por lo que, para el resto de los agentes económicos también, reduciendo la demanda de crédito, y provocando un menor consumo e inversión. Y todo esto se traduciría en una desaceleración de la actividad laboral.
Tendríamos por tanto una recesión en la que se enfriaría el precio de las materias primas, ralentizándose la economía y posiblemente podría controlarse finalmente la inflación. Sobre el papel parece la hoja de ruta, pero cualquier acontecimiento externo podría añadir nuevas variables que lo cambien todo.