Calcula que para limitar la subida global de las temperaturas a 1,5 grados es necesario aumentar el uso de la electricidad un 20% en la próxima década. La electricidad tendrá que sustituir una parte importante de los combustibles líquidos o gaseosos (los de origen fósil). Según la AIE, en el mundo hay proyectos de renovables por al menos 3.000 gigavatios de potencia, de los cuales 1.500 se encuentran en un estado avanzado, que están a la espera de líneas para conectarse a la red. Esos 1.500 gigavatios equivalen a cinco veces las capacidades de eólicas y solares fotovoltaicas que entraron en servicio en todo el mundo el pasado año.
Un 80% del crecimiento de la producción de electricidad en las próximas dos décadas habría de proceder de instalaciones eólicas y solares. En los últimos dos decenios esas tecnologías renovables aportaron alrededor del 40 % de las nuevas capacidades, se espera duplicar los datos.Al estar más dispersas en el territorio que las centrales térmicas o nucleares, esas instalaciones eólicas y solares requieren más líneas eléctricas para llevar esa electricidad hasta los consumidores. También hay que tener en cuenta que el carácter discontinuo de su producción hace que sea necesaria una mayor flexibilidad del sistema para ajustar la oferta y la demanda en todo momento.
De la conjunción de esos factores sale la cifra estimada por los expertos de la AIE de 80 millones de kilómetros que habrá que construir para 2040. En términos de inversión, será necesario duplicar el ritmo actual para pasar a 600.000 millones de dólares anuales para 2030, y eso teniendo en cuenta que en los últimos ejercicios la situación ha sido de estancamiento en torno a los 300.000 millones. Su construcción a menudo tarda una quincena de años desde que se planifica, se obtienen las autorizaciones y se pone en pie, comparados con periodos de uno a cinco años para los proyectos de renovables.
Para ilustrarlo, pone como ejemplo la interconexión eléctrica de 400 kilómetros entre España y Francia por el Golfo de Vizcaya, que se anunció en 2017 y ahora se espera para 2028, cuando inicialmente debía entrar en servicio en 2025. Un retraso que en este caso atribuye a un cambio de itinerario por la inestabilidad del fondo marino lo que, en el contexto actual de tensiones por las materias primas, va a encarecer en un 63% su costo.
En un escenario de redes insuficientes elaborado por los autores del informe, que implicaría menos renovables y más combustibles fósiles, las emisiones de carbono del sector eléctrico podrían ser para 2050 superiores en 58 gigatoneladas al del escenario alineado con los objetivos climáticos internacionales. Esas emisiones adicionales serían equivalentes a las del sistema eléctrico en los cuatro últimos años y conducirían a un calentamiento claramente por encima de 1,5 grados centígrados, con un 40% de posibilidades de que se superaran los 2 grados.