El espectáculo que estamos viendo estos días degrada y deja bajo mínimos cualquier posibilidad de creencia en la clase política que gobierna nuestros intereses sea del color que sea. Los teóricos partidos mayoritarios deberían de dejar las diferencias aparcadas y buscar, urgentemente, soluciones que de una vez por todas acaban con el macabro espectáculo del trapicheo de los escaños, el reparto de los puestos, grupos parlamentarios, mesas de una y otra Cámara al que son sometidos por todo grupo político que se precie de “influencer” y como tal se venda a sus parroquianos, aunque en realidad, la manteca, como se dice vulgarmente, se la llevan los propios diputados de esos corpúsculos.
El tema, evidentemente, no es fácil y requiere de unas dosis de generosidad política que los lideres políticos no tienen o ignoran, pero lo que se pueden encontrar a la vuelta de la esquina es el rechazo de toda la ciudadanía a sus usos y ya costumbres de convertir la política en lo mas basto y denigrante de la sociedad. El mal no es exclusivo de nuestro país, pero alguien debe ser el primero en iniciar una nueva andadura política que limpie las esquinas de porquería y evite que esta se convierta en lo habitual, en lo normal de la actividad política, esencial en el mundo moderno si queremos evitar las dictaduras que como en el caso bolivariano empiezan con lideres teóricamente democráticos y en pocos años se convierten en autenticas republicas comunistas en las que el dictador de turno se reviste de presidente demócrata, pero arrolla a todo el que se le oponga con las armas de un gobierno omnipresente y antidemocrático, por mas que se celebren elecciones que siempre son amañadas como en sus regímenes orientadores tipo Rusia o Cuba.
El mal no esta tan lejano y la solución debe de llegar antes de que sea tarde.