En consonancia con las previsiones del mercado, el BCE subió los tipos 25 puntos básicos en mayo, ralentizando así el ritmo de endurecimiento monetario. Sin embargo, los responsables reafirmaron su determinación de continuar la lucha contra la inflación y la presidenta de la institución, Christine Lagarde, dejó muy claro que el BCE «no iba a hacer una pausa», advirtiendo así mismo de los «significativos» riesgos al alza para las perspectivas de inflación.
Desde entonces, los mensajes de los miembros del BCE han apuntado en general a la necesidad de seguir actuando, aunque también han insinuado sus límites, lo que parece ser un pequeño giro moderado respecto a una postura muy agresiva. En su discurso de principios de mes, Lagarde comparó el proceso de endurecimiento con un vuelo, afirmando que «el avión debe subir lo suficiente para llegar a su destino, pero no tanto como para sobrepasarlo». Volvió a insistir en la supeditación a los datos, afirmando que tres aspectos determinarán la duración de las subidas de tipos: «las perspectivas de inflación, la dinámica de la inflación subyacente y la fortaleza de la transmisión de la política monetaria».
La evaluación de la inflación es clave para el BCE: los últimos datos del IPCA fueron notablemente mejores de lo esperado, lo que permite un cauto optimismo. El índice general cayó bruscamente al 6,1% en mayo, muy por debajo del máximo histórico del 10,6% registrado en octubre y su nivel más bajo en 15 meses. La subyacente, más importante para el BCE, también descendió al 5,3%.
Otros indicadores también han sido esperanzadores: los precios de producción aumentaron sólo un 1% interanual en mayo, las expectativas de inflación de los consumidores encuestados por el BCE cayeron, los precios de la energía se estabilizaron en niveles inferiores a los temidos y la inflación de los precios de los alimentos (que ahora representa alrededor de un tercio de la inflación IPCA) parece haber tocado techo. Esto debería aliviar en parte la presión sobre el Consejo de Gobierno de esta semana.
Sin embargo, por otro lado, los indicadores de la actividad económica han dado un giro a peor y han desbaratado en buena medida las expectativas desde la última reunión, como demuestra el acusado descenso del Índice de Sorpresa Económica de Citigroup para el bloque común. Las cifras revisadas del PIB apuntan incluso a una recesión técnica, aunque muy leve, a principios de año. Mientras tanto, el PMI compuesto bajó en mayo y, aunque el sector servicios sigue resistiendo, todo apunta a una debilidad continuada de la industria manufacturera. Este ligero deterioro de los datos económicos puede exigir un poco más de cautela por parte de los miembros, sobre todo porque constituye un motivo extra a favor de una relajación de las presiones inflacionistas. Por último, los datos crediticios sugieren que la transmisión de la política monetaria va por buen camino.
Dicho esto, conviene tener en cuenta que, incluso tras la reciente caída, la inflación subyacente sigue superando el doble del objetivo del BCE y las perspectivas de inflación están sumidas en la incertidumbre. A este respecto, Lagarde afirmó recientemente que «no hay pruebas claras de que la inflación subyacente haya tocado techo». También cabe señalar que los bancos centrales de Australia y Canadá sorprendieron con subidas de tipos la semana pasada, lo que apunta a que los bancos centrales podrían seguir prefiriendo el «más», al no querer arriesgarse con la inflación.
De cara a la reunión de esta semana, creemos que el BCE querrá encontrar un equilibrio entre transmitir un mensaje de determinación en la lucha contra la inflación y reconocer que ya se ha hecho mucho. Creemos que, una vez más, el Consejo de Gobierno no ofrecerá ninguna orientación clara, sino que insistirá en que sigue dependiendo de los datos.
No esperamos que Lagarde subraye la debilidad de los datos económicos, ya que, a pesar de determinadas sorpresas, parece poco probable que se produzca una recesión profunda y prolongada. En este sentido, tampoco prevemos grandes cambios en las previsiones de PIB e inflación. No obstante, las perspectivas de inflación deberían seguir siendo clave para los mercados de cara a la reunión.
El euro podría recibir cierto apoyo si Lagarde reitera que las perspectivas «siguen siendo demasiado elevadas durante demasiado tiempo». Por otra parte, una moderación del tono con respecto a los riesgos para las perspectivas de inflación se consideraría probablemente pesimista y presionaría a la baja a la moneda común. En nuestra opinión, el tono de Lagarde sobre la inflación no se apartará demasiado del de mayo, y creemos que sobre todo intentará transmitir que el BCE no baja la guardia.
A pesar del reciente descenso de la inflación, no esperamos que el Consejo de Gobierno realice un gran giro dovish. Más bien, creemos que el banco central confirmará que sigue siendo necesario un mayor endurecimiento después de junio, aunque probablemente se abstendrá de dar detalles sobre cuánto se necesita exactamente. Dado que el mercado espera ahora unos 55 puntos básicos de endurecimiento de la política monetaria en los próximos meses, que esto sea suficiente para apoyar al euro dependerá en gran medida de la valoración que haga el mercado del tono de Lagarde.
Creemos que las subidas de tipos de 25 puntos básicos en junio y julio, que los mercados dan actualmente por seguras, son un mínimo para el Banco Central Europeo. Reconocemos que se han hecho algunos progresos en la lucha contra la inflación, pero dada la magnitud del problema y los riesgos asociados, creemos que ahora no es el momento para la complacencia.
La decisión política del BCE se anunciará este jueves a las 13:15 GMT (14:15 CET) y la rueda de prensa tendrá lugar 30 minutos después.