El relevo en la presidencia de Corporación Financiera Alba se materializa en un momento en el que la compañía ha dejado de ser cotizada para pasar a ser propiedad 100% de miembros de la familia March, una vez adquiridas las últimas participaciones que quedaban en manos de accionistas minoritarios tras la OPA de exclusión anunciada a finales del año pasado.
En el momento del anuncio de la OPA, el accionariado de la compañía se encontraba concentrado en torno a un 95% en manos de miembros de la familia March y el volumen de acciones de Alba que se negociaban en el mercado había caído notablemente hasta representar apenas entre un 0,02% o un 0,03% del capital social.
Adicionalmente, la condición de cotizada impone una serie de obligaciones legales que exigen una dedicación de recursos elevada para la estructura actual de Alba, sin que ello ofreciera ventajas significativas desde el punto de vista operativo o financiero para su actividad inversora. En este sentido hay que resaltar que Alba no necesitaba ni tenía intención, ni a corto ni a largo plazo, de acudir al mercado bursátil para financiar su actividad: el modelo de negocio de Alba se basa en la reinversión continuada de los flujos netos de caja generados por su cartera sin recurrir al mercado de manera recurrente para financiar su crecimiento. De hecho, Alba no ha realizado ampliaciones de capital dinerarias ni fusiones con terceros en más de 35 años.
Alba había sido una sociedad cotizada desde el inicio de su actividad inversora en 1986, aunque su historia en Bolsa se remonta a mediados de los años 50 del siglo pasado, con el inicio de cotización de su antecesora, Cementos Alba. Alba formó parte del primer IBEX 35 a principios de los 90, pero no ha vuelto a ser integrante del índice desde 2003.